Diario de la pandemia (lunes, 10 de enero de 2022)

En estas dos semanas y pico que transcurrieron desde mi última entrada, la pandemia aquí en Grecia y, en realidad, en buena parte del mundo ha cambiado de rumbo, ha pasado a desarrollarse en otra modalidad, por decirlo de alguna manera. Por lo pronto, la cifra de contagios diarios arribó a niveles impensados incluso en los peores momentos de las oleadas anteriores. ¡Quién hubiese sospechado hace un tiempito nomás que llegaríamos a tener hasta 50.000 casos en un solo día! (Nota bene, estamos hablando siempre de casos confirmados; estoy seguro de que varios miles más pasan desapercibidos o se escapan de la contabilidad oficial.)

La subida exponencial del número de contagios diarios es un fenómeno que se repite en buena parte de Europa y de las Américas, y la razón es de sobra conocida: la variante ómicron, que tiene una capacidad de difusión que supera incluso a la de la variante delta, que ya entonces nos hacía temer lo peor. (¿Se acuerdan cuando, a mediados de 2021, los científicos concluyeron que la mayor transmisibilidad de delta respecto a alfa se debía a que la carga viral –viral load– generada por la primera era más de mil veces mayor?)

A decir verdad, nadie en el grupo estrecho de mi familia se ha contagiado, pero durante las fiestas hemos vistos amigos y parientes cercanos caer uno tras otro en las redes del virus. Nosotros nos venimos salvando por un pelito, aunque ya mi esposa y yo estamos concientizados de que tarde o temprano (y probablemente más temprano que tarde), alguno de los test nos terminará dando positivo. La pregunta, por tanto, ya no es si nos contagiaremos, sino cuándo será.

Entre paréntesis: creo que debemos resignarnos, el virus se va a terminar volviendo endémico y nos acompañará por décadas y tal vez siglos. El punto es lograr el estado de “sustainable endemicity” de que hablan los científicos.

De todos modos, no hay motivos para hacer más dramática una situación ya de por sí funesta. Quien se ha puesto las vacunas reglamentarias y no se cuenta dentro del grupo de las personas vulnerables (por edad o por padecer otras enfermedades, sobre todo aquellas que afectan directamente al sistema inmunitario) no tiene razón para andar con miedo. De hecho, y por suerte, ninguno de los casos cercanos que hemos tenido últimamente en la familia y el grupo de amigos y conocidos terminó en el hospital. Es más, casi todos lo pasaron con síntomas leves en el peor de los casos.

Esto último me da pie para mencionar el aspecto “menos negativo” de la situación epidemiológica en Grecia: tanto el número de pacientes intubados en terapia intensiva como el de los muertos diarios, si bien siguen siendo elevados, se han mantenido más o menos constantes. Por ejemplo, hasta ayer había 642 intubaciones por covid: muchos, sin dudas, pero con tantos contagios todos preveíamos un desborde total de los hospitales, que hasta ahora no sucedió. Tal vez no es descabellado repetir una vez más lo que se viene afirmando desde noviembre pasado, que ómicron posee una mayor contagiosidad que delta pero, afortunadamente, una patogenicidad mucho menor.

Ahora bien, ¿a qué se debe el hecho de que ómicron sea menos patógena y, por tanto, menos temible? ¿Se debe a que a esta variante le gusta más instalarse en las fosas nasales que en las partes más profundas de los pulmones, impidiendo así que el paciente desarrolle una pulmonía? ¿O la verdadera causa de la supuesta liviandad de ómicron radica en que la población, mal que mal, ya está inmunizada, sea porque se puso la vacuna o porque se infectó con las variantes anteriores? ¿O se trata de una confluencia de ambos factores: ómicron es menos peligrosa y, además, ya estamos más preparados para afrontarla?

El tiempo «se portó» durante estas fiestas en Atenas y la región, casi todos los días estuvo soleado y la temperatura hizo posible pasar varias horas al aire libre.

Mientras tanto, la vida sigue su curso. Estas fiestas no fueron “normales”, pero hubo muchas menos restricciones que hace un año atrás. Quienes contaban con los certificados correspondientes (por ejemplo, de vacunación para los mayores y de resultado negativo del test para los pequeños), pudieron entrar sin mayores problemas a los negocios, los cines, los restaurantes. Lo que sí, el uso de la mascarilla se volvió obligatorio, en los espacios cerrados y en los lugares abiertos por igual.

También las escuelas volvieron hoy a abrir sus puertas y a funcionar “normalmente”. Lo de normal de nuevo entre comillas, porque los alumnos tienen que ir con mascarilla tipo FFP2 (ya no con las de tela), tienen que hacerse test rápidos en casa varias veces por semana (incluso cuando estén vacunados), etc.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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