Diario de la pandemia (21 de octubre de 2021)

Esta semana que pasó no nos deparó grandes sorpresas respecto a la marcha de la pandemia en Grecia, pero sí trajo una mala noticia «anunciada»: la confirmación de que la curva de contagios vuelve a subir. Anteayer, por ejemplo, se registraron 3.739 nuevos infectados, una cifra que no veíamos desde agosto, cuando la cuarta ola nos agarró de golpe.

Respecto a los otros indicadores, el de los intubados en terapia intensiva y el de los muertos diarios, no hay cambios destacables. De todos modos, este es un «schwacher Trost», como dirían los alemanes, un flaco consuelo. En primer lugar, sí, es cierto que el número de intubaciones por covid no se ha disparado y ronda los 3500 casos, pero esta es la cifra nacional. Si uno ve la distribución de las camas por regiones, la imagen que se presenta es otra, porque hay νομοί (unidades administrativas departamentales) que ya constatan una ocupación de sus terapias intensivas de alrededor del 90 %. ¡Y pensar que aún no se vino el invierno!

En segundo lugar, el número de fallecimientos diarios, que oscila entre los 30 y los 50 casos diarios, sigue siendo un guarismo alto para un país como Grecia. Además, si aumentan los contagios, tarde o temprano va a darse el efecto dominó: van a aumentar también las internaciones, las intubaciones y, finalmente, los entierros. (Y ni hablemos de esa cifra que pocos consideran o que barren debajo de la alfombra, la de los que logran zafar de la guadaña de la muerte pero quedan mal, física y psicológicamente, para el resto del viaje.)

De todos modos, Grecia no es una excepción. Si uno compara cómo van las cosas acá con la experiencia de otros países, el caso griego parece ubicarse en algún lugar intermedio en la línea tendida entre los extremos. Por ejemplo, ayer Inglaterra volvió a aparecer en los titulares de los diarios de todo el mundo, porque el número de contagios y de muertos se ha vuelto a disparar por las nubes. Las causas que se aducen son fundamentalmente dos: aparte de la campaña de vacunación no del todo ejemplar, la repentina suspensión de prácticamente todas las medidas establecidas por el protocolo sanitario.

Los tantos no están así en Grecia. Pero tampoco están como en otros países europeos mucho más grandes y, proporcionalmente hablando, con muchos menos contagiados y muertos por día. Ejemplo, Italia. Ambos países exhiben casi las mismas cifras, con la diferencia de que la Bota es unas seis veces más populosa que Grecia.

Si me preguntan dónde hace agua Grecia, les voy a dar la misma respuesta que las otras veces: la campaña de vacunación se detuvo o, mejor dicho, avanza a paso de hombre, por el hecho de que sigue siendo increíblemente alto el número de los no vacunados, esto es, de gente que, por rebeldía o desidia, evita el pinchazo. Curiosamente, algunas ciudades y regiones de Grecia que se cuentan entre las más ricas y desarrolladas son las que albergan el mayor número de αρνητές, de negacionistas. ¡En algunos casos, el porcentaje total de vacunados no supera el 50 % de la población!

Es cierto que el gobierno de Kyriakos Mitsotakis podría haber organizado una campaña publicitaria e informativa de vacunación mucho mejor. A la centro-derecha le cuesta comunicarse con el λαός, con el pueblo, con la gente de clase baja que tiene otras preferencias políticas. Y esto es un problema serio. Sin embargo, creo que hay otra cuestión que va más allá de las coyunturas políticas, y es que hay un sector nada despreciable de los griegos que “hace lo que se le canta”. Sí, así, como lo escuchan. Hablo de gente que aún hoy se resiste a apagar el cigarrillo en una taberna, tras más de diez años de entrada en vigor de la ley antitabaco; hablo de gente que aún hoy evade impuestos a troche y moche, a pesar de los controles supuestamente «asfixiantes» implementados por los vampiros de la troica. Κάνω ότι γουστάρω, hago lo que se me canta, así, sin mayor justificativo.

Yo, como liberal que soy, no puedo sino encogerme de hombros. ¿Usted no quiere vacunarse?, muy bien, no se vacune. Corra el riesgo que quiera, para eso somos libres. Pero váyase de acá, porque su derecho termina donde empieza el mío. Así como tengo el derecho de ir a una taberna y no convertirme en fumador pasivo porque a usted se le antoja fumar como un condenado en la mesa de al lado, del mimo modo tengo el derecho a ir a un hospital sin temer que me pase el virus porque usted se niega a vacunarse. Muchos griegos han aprendido a usar las voces libertad y derecho (ελευθερία y δικαίωμα), pero se han olvidado de que ambas son inseparables de la de responsabilidad (ευθύνη).

Los dejo con una imagen de ayer. Hay un grupo de médicos, enfermeros, paramédicos y administrativos del área salud negacionistas que han entrado en licencia sin goce de sueldo hasta… hasta que termine la pandemia. No son muchos, pero se han autoorganizado (¿o será que se dejan llevan por un par de sindicalistas recalcitrantes?), y se reúnen en las entradas de los grandes hospitales para corear sus protestas, desplegar sus pancartas y ventilar su bronca. No creían que el Gobierno se iba a tomar en serio la ley que los deja afuera por no vacunarse. Recurrieron a la Justicia y las instancias superiores les volvieron a decir lo que ya habían escuchado: la medida no es inconstitucional y tiene una justificación ética y legal sólida. Pero ahí están, insistiendo en que su reclamo es legítimo y dando por sentado que los inconvenientes que ocasiona su fanfarria cotidiana son más que justificados.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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2 respuestas a Diario de la pandemia (21 de octubre de 2021)

  1. José Manuel dijo:

    Gracias Marcos por compartir esta ventana abierta a Grecia.
    Se están haciendo y permitiendo tantas barbaridades en nombre de la «libertad»
    Muy interesante el post. En España, sorprendentemente la vacunación ha sido un éxito. De momento, no hay acciones sancionadoras para los profesionales sanitarios que no quieren vacunarse a diferencia de otros países vecinos.
    Un saludo!

    • ¡Muchas gracias a ti, José Manuel, por seguir este «diario de la pandemia» y por tus frecuentes comentarios!
      Sí, sé que en España y Portugal se ha vacunado un porcentaje alto de la población sin que hayan sido necesarias medidas como acá, que algunos llaman «amenazas».
      Mis padres, que viven en la Córdoba argentina, también me dicen lo mismo: la gente va a vacunarse sin darle más vueltas al tema y son pocos los movimientos antivacunas. Allí el problema hasta hace poco era la falta de vacunas, no la reluctancia.
      La seguimos. Un cordial saludo a la otra punta del Mediterráneo,
      Marcos

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