El universo, ¿máquina o poema?

La filosofía y el arte de comprender un poema, tan repetidamente tenidos por antitéticos, están por el contrario en la más estrecha unión.

Alexander Baumgarten (1714-1762), Reflexiones acerca de la poesía

Afirmar que no existen diferencias esenciales entre una teoría filosófica y una interpretación literaria equivale a sostener que en poco difieren el quehacer del filósofo (que teoriza sobre el universo) y el del crítico (que interpreta la creación poética).

     Entonces, el filósofo no explicaría nada (explicar sería, en el mejor de los casos, tarea de los científicos), sino que solo interpretaría, esto es, buscaría sacar a la luz los sentidos ocultos de eso que estudia, el mundo.

     De esta manera, el universo podría ser visto como un poema, como un objeto estético.

     Por cierto, nadie dice que el universo deba ser visto en su conjunto como un objeto bello, porque encierra no solo la belleza, sino también su contrario, la fealdad, además de contener el mal. Pero para nosotros, los contemporáneos, todo puede encerrar un valor estético, incluso la brutalidad y la monstruosidad.

     Para la filosofía moderna, anterior a este giro “esteticista”, el universo no era como un poema, sino como un reloj: un complicado mecanismo resultado de un plan intelectual. De lo que se trataba, por tanto, era de entender su estructura y su funcionamiento, de descifrar el enigma, de resolver el misterio, de solucionar el problema.

     En este sentido, para los modernos Dios era el relojero genial, el arquitecto inigualable, el ingeniero imbatible; y su creación, por consiguiente, una máquina perfecta. Ahora bien, como toda máquina, debía servir para algo, estaba supeditada a un fin ajeno a sí misma; en otras palabras, era un medio, maravillosamente complejo, sí, pero medio al fin.

     En cambio, para los contemporáneos, herederos de la revolución estética, Dios es el artista supremo, el músico sin par, el poeta inspirado, y su creación, el universo, una obra de arte, una sinfonía, un poema. Como toda creación artística, el fin reside en la cosa misma: se crea porque sí, por la creación misma (no hay un objetivo más allá del objeto estético).

     Filosofar es buscar entender el universo, pero no como se entiende un aparato, explicándolo, sino como se entiende un poema, gozándolo. No hay teorías filosóficas verdaderas o falsas (como no hay interpretaciones literarias verdaderas o falsas); las hay, por cierto, fértiles o estériles, dependiendo de si facilitan o no nuestra comprensión/goce del universo/poema.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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