(1) Antes que nada: ¿por qué indagar acerca de las relaciones entre Borges y la filosofía? Esta pregunta no es gratuita porque, a mi entender, siempre se puede explorar la relación de cualquier buen escritor con la filosofía, sea Homero, Virgilio, Shakespeare o García Márquez. De un modo u otro, toda buena obra de ficción se relaciona con el pensamiento filosófico. Por ejemplo, uno puede investigar el modo como una determinada novela refleja o plasma una cierta concepción filosófica. Un buen poema puede plantear de modo original una cuestión ética o metafísica, etc. Pero en el caso de Borges parece que la relación entre la filosofía y la literatura es mucho más estrecha e intensa. Borges es un escritor “filosófico”, o, al menos, lo es en un grado mucho mayor que Homero, Virgilio, etc. Es que Borges, de algún modo, ofrece un tratamiento literario de algunas de las cuestiones centrales de la ética, de la teoría del conocimiento, de la metafísica, etc. No es que allí la literatura esté puesta al servicio de la filosofía –tal como se decía en el medioevo que la filosofía estaba al servicio de la teología: philosophia ancilla theologiae–; es, más bien, que en Borges el literato y el filósofo dialogan. Borges mismo decía que a él le interesaba explorar las posibilidades estéticas de las teorías filosóficas, aunque se podría agregar que también le importaba indagar en las implicaciones filosóficas de las creaciones literarias. En este sentido se puede afirmar que la obra de Borges es conceptual: hay siempre o casi siempre un problema filosófico, una teoría metafísica o gnoseológica, una tesis ética, etc., detrás de sus cuentos, ensayos y poemas.
Resumo, entonces, la primera idea: si bien existe una relación entre toda buena literatura y la filosofía, en el caso de Borges este vínculo es más estrecho y más intenso que en los demás casos.
(2) Pero, entonces, ¿Borges es filósofo? A mí me parece que esta pregunta tiende a llevarnos al extremo opuesto. Si, por un lado, es erróneo suponer que entre Borges y la filosofía no se da una relación especial, es por otro lado problemático afirmar que Borges es un filósofo que escribe bien y que, gracias a su imaginación inagotable, usa la ficción para hacer filosofía. Tal vez ayude esta comparación: es cierto que los Diálogos de Platón tienen una indudable calidad literaria, pero no parece adecuado sostener que en realidad estamos aquí frente a un literato con inquietudes filosóficas. Platón es el filósofo por antonomasia.
Ahora bien, una respuesta más convincente requeriría dar un paso adicional y plantear qué hacen los filósofos. ¿A quién debemos considerar filósofo y a quién no? Y esto equivale, al fin y al cabo, a preguntarse qué es la filosofía, lo que es una de las cuestiones filosóficas más espinosas. A este punto, lo único que puedo hacer es dejar en claro en qué consiste a mi entender la filosofía. (La otra posibilidad sería afirmar que “filosofía es aquello que practican los filósofos” y por lo tanto pasar revista a toda la historia de la filosofía. Pero esta tarea no solo sería larga y ardua, sino que tal vez no nos llevaría a ninguna parte, porque basta con echar un rápido vistazo para darse cuenta que lo que hacen los filósofos es algo muy heterogéneo: unos construyen sistemas, otros los destruyen; unos dialogan, otros solo profieren largos monólogos, unos escriben largos tratados, otros solo breves sentencias, etc.)
La filosofía consiste en el uso de la capacidad racional del ser humano para examinar cualquier tipo de problema que nos importe. Por eso para mí filosofía es igual a ‘pensamiento’, en el sentido más específico del término, a ponerse a pensar, a emplear la razón, frente a una determinada cuestión. El filósofo es esencialmente un pensador, alguien que usa su racionalidad para abordar un problema y, de ser posible, intentar darle una solución.
Esta es, insisto, la naturaleza de la filosofía. Que después el filósofo pueda hacer otras cosas, de acuerdo, pero su tarea es la de pensar. Si alguien dice que la razón, puesta a pensar, pronto encontrará sus límites, esto es, que pronto vislumbrará dimensiones a las que no puede acceder, lo acepto como una tesis, pero agrego: sea como sea, al filósofo le compete extender el uso de la razón hasta donde pueda, no importa si poco o mucho. Si alguien incluso sugiere que la poesía o la religión pueden adentrarse en las esferas que les están vedadas a la razón, entonces reitero: el filósofo podrá dedicarse a cultivar el arte o la espiritualidad, pero primero, qua filósofo, tendrá que pensar.
A este punto recurro otra vez a una comparación: la esencia de la carpintería es el trabajo de la madera con el fin de construir muebles, puertas, etc. Un buen carpintero sabrá ver los límites de la madera (y si tiene que construir una muralla preferirá la piedra a la madera), pero, en cuanto carpintero, su tarea es producir buenas obras de madera.
Por eso para mí la respuesta a si Borges es filósofo debe encauzarse de esta manera: ¿es central a la obra borgiana la utilización de la razón para analizar problemas teóricos y buscar solucionarlos? Si decimos que sí, Borges es filósofo; de lo contrario, no lo es.
Ahora bien, nunca las cosas son solo “blancas o negras”, sino que abundan los grises. Así, es cierto que Borges razona, analiza, critica, en una palabra, filosofa, pero no lo hace del modo sistemático e inconfundible con que opera normalmente el filósofo. Por eso Borges está ahí, en esa zona fronteriza: por momentos parece ser un filósofo con todas las de la ley, por otras no, sino un escritor que se acerca a la filosofía, sin abandonar no obstante su región de pertenencia.
Pero tal vez es hora de cerrar esta cuestión y pasar a otra más interesante; ya dije que Borges será o no filósofo dependiendo del punto de vista desde el que enfocamos su labor: si resaltamos su capacidad para analizar y examinar determinadas posiciones éticas, gnoseológicas y metafísicas, lo incluiremos dentro de la historia de la filosofía; si, en cambio, restamos importancia a su labor como pensador, lo dejaremos en el parnaso.
Gracias, Marcos, por tu entrega una vez más sobre el tema. Quizás se trata que de que la forma de hacer filosofía de Borges -subrayo «hacer»- se amplía a otras posibilidades que le ofrece su condición de hombre de letras y poeta. Esta condición enriquece, a mi modo de ver, la filosofía que él hace. Digamos que allí donde un filósofo se topa con sus límites, Borges puede avanzar un poco más.