Muchas veces se utiliza mal la expresión sedación paliativa. Una sedación será paliativa si es un tratamiento, o una parte dentro de un tratamiento más amplio, realizado con el fin de hacer lo más llevadera posible la fase final del enfermo terminal. Es importante subrayar que la sedación paliativa no es una expresión sinónima de ‘sedación terminal’. Quien habla de sedación paliativa teniendo en mente la sedación terminal está, o bien confundiendo las cosas, o bien usando un eufemismo. En el libro que publicaré en breve desarrollo este aspecto con más detalle. Aquí lo que me interesa dejar en claro es que sí, que es cierto que sedación terminal suena mal, que es una expresión brutal, pero tenemos que llamar las cosas por su nombre: al pan, pan, y al vino, vino. Si un médico, con el consentimiento del paciente terminal y de sus familiares, somete al enfermo a una sedación con el fin de que no sufra más (porque los síntomas son refractarios), sabiendo que la sedación es profunda y continua y que, mientras tanto, se interrumpirán todos los demás tratamientos y medidas de sostén vital, inclusive la alimentación y la hidratación, entonces, lo que está haciendo ese médico es una sedación terminal. ¿No nos gusta el nombre? Pues bien, digamos que se trata de una «sedación final» o busquemos cualquier otro adjetivo. Porque, al fin y al cabo, aquí estamos en presencia de una modalidad particular de eutanasia. Por eso estoy en parte de acuerdo con algunos autores que caracterizan la «sedación paliativa» como «slow euthanasia». Lo que yo diría es que no es solamente una eutanasia lenta, o sea, que el acto, en vez de durar algunos minutos termina durando algunos días, sino que se trata, sobre todo, de una forma muy particular de eutanasia indirecta, ya que al paciente se lo seda «para que no sufra en las próximas horas», «mire que si vemos que la cosa mejora, lo volvemos a despertar»… pero sabiendo que en la mayoría de los casos se lo está induciendo en un estado de coma del que no saldrá más. Claro, tampoco se le inyectó un veneno; de hecho, el paciente no muere por las benzodiazepinas que se le inyectan, sino por asfixia, deshidratación, una complicación de otro tipo, etc., pero el resultado es el mismo.
Quienes han leído alguna de mis cosas saben que estoy a favor de la legalización de la eutanasia; entonces, se preguntarán: ¿no estás también a favor de la sedación terminal? ¿Por qué esta crítica? La respuesta es esta: claro que estoy a favor de que, en ciertos casos, se recurra a la sedación terminal, pero, como dije al principio, que no se la enmascare de ninguna manera. Y eso nos lleva a otro punto importantísimo: el paciente tiene el derecho de saber que se lo está por someter a una sedación de la que, probablemente, no despertará más y que indirectamente lo llevará a la muerte. Es más, el paciente debe dar su consentimiento, porque, de lo contrario, estamos ante una forma de sedación terminal forzada.
Por último, si en muchas sociedades la sedación terminal es una práctica médica no solamente legal, sino también una práctica que se da con cierta frecuencia en la asistencia de los enfermos terminales, ¿por qué no ser consecuentes y permitir también la práctica de la eutanasia directa voluntaria y del suicidio médicamente asistido? En términos éticos, no hay ninguna diferencia entre la sedación terminal y la eutanasia directa o el suicidio asistido. Si a los médicos, a los enfermos terminales y a sus allegados les resulta psicológicamente más aceptable la opción por la sedación terminal, bien, de acuerdo, es cosa de ellos y puedo entenderlo. Pero, insisto, en términos éticos estamos en presencia de actos del mismo tipo.