Un ámbito de creciente interés para la reflexión bioética es el de la gestación asistida. Las posibilidades que se abren a partir de las nuevas tecnologías (muchas aún en fase experimental) ya comienzan a plantear retos importantes para la ética, la legislación de los países de prácticamente todo el mundo y la sociedad en su conjunto.
Antes de mencionar un par de cuestiones específicas sobre el tema, me parece importante distinguir gestación de fecundación.
La fecundación es el proceso mediante el cual un óvulo se “funde” con un espermatozoide: mediante el aporte del material genético de uno y de otro gameto se sientan las bases para una nueva vida o, para decirlo de otro modo, para el desarrollo de un (eventual) nuevo ser. Si bien este proceso es relativamente breve, jamás dura tan solo un instante: en el caso de la especie humana ocupa unas 24 horas, algo muy alejado de lo que se da a entender cuando a veces se habla del “momento de la concepción”.
Luego tenemos el proceso, mucho más largo, que denominamos gestación, que normalmente se extiende por nueve meses. Durante este proceso, el organismo ya pluricelular (que llamamos embrión) se implanta en la pared del útero y se desarrolla, adquiriendo la complejidad del feto, hasta llegado al momento del nacimiento, que es cuando el nuevo ser puede comenzar a llevar una vida (relativamente) independiente de la madre.
Hay una fase intermedia entre la fecundación y la gestación que es la implantación. Una vez que el óvulo fecundado ha dado los primeros pasos y se ha vuelto un embrión, debe implantarse (o debe ser implantado exitosamente) en el útero para que comience así la gestación propiamente dicha.
Es obvio que no hay gestación sin antes fecundación, pero está claro que puede haber fecundación sin gestación sucesiva. Actualmente en el mundo hay un número enorme de embriones congelados (criopreservados) que con toda probabilidad no van a ser implantados en ningún útero y no van a desarrollarse por medio de la gestación.
Durante la década de 1980 se produjo una verdadera revolución reproductiva y sociocultural, a medida que se abrieron camino las nuevas tecnologías de fecundación. La fecundación in vitro dejó de ser una rareza para volverse una realidad casi cotidiana. De hecho, en las sociedades de ingresos medios y altos, un número importante de los niños que nacen cada año son resultado de una fecundación artificial o asistida.
Es cierto que los principales dilemas éticos que entonces planteaba y que aún sigue planteando la fecundación asistida no tienen que ver tanto con el carácter extracorpóreo del proceso, esto es, con el hecho de que la unión de las células se realice en un laboratorio, sino con la proveniencia del material genético. La donación de esperma y la ovodonación han dejado de ser una novedad incluso en países como Argentina. (De hecho, uno de cada cuatro procedimientos de fertilidad asistida en mi país resulta de una ovodonación.)
Volviendo ahora al tema de la gestación, la modalidad asistida que más discusión ha suscitado en los últimos años es la de la subrogación (también se habla de gestación por sustitución). Hoy en día, la gestación subrogada no solamente es posible, sino que es una realidad que va ganando terreno con el paso del tiempo. Un hombre, una mujer o una pareja (hetero u homosexual) pueden recurrir a una mujer para que se le implante en su vientre el embrión obtenido y geste el nuevo ser.
Ahora bien, las nuevas posibilidades que ya permite vislumbrar el desarrollo tecnológico van más allá de la gestación subrogada. Sin ánimo de ser exhaustivo, propongo la siguiente clasificación:
- Endogestación. Dentro de esta categoría podemos incluir, en primer lugar, la gestación tradicional, esto es, la que ocurre dentro del vientre de la futura madre. La grandísima mayoría de los nacimientos en todo el mundo provienen de gestaciones tradicionales. Sin embargo, como indicábamos más arriba, cada vez va ganando más terreno otro tipo de endogestación, la gestación subrogada, la que se da en el vientre de una mujer que no tiene con la futura madre o con el futuro padre ningún tipo de vinculación erótico-matrimonial.
Antes de pasar a la siguiente categoría quisiera mencionar una posibilidad adicional dentro de la endogestación, que si bien ya es técnicamente posible, aún no se encuentra tan difundida, y es la que abre el trasplante de útero. En efecto, hoy es posible recibir el útero de una donante con el fin de gestar, dentro del propio cuerpo, el nuevo ser.
- La segunda categoría está constituida por la ectogestación (no se habla de exogestación). Como el nombre indica, aquí nos referimos a todos los procesos de gestación que ocurren fuera de un cuerpo (humano), sea el de la futura madre, sea el del futuro padre (en caso de haber adquirido un útero por implantación) o el de una gestante en el marco de una gestación por sustitución. Si bien aún nos encontramos en una fase experimental, es muy probable que en un futuro no muy lejano la ectogestación total extra uterum, esto es, en una placenta artificial ubicada en alguna futura “sala de gestación” de nuestros hospitales, sea una alternativa a la que puedan recurrir los adultos que deseen procrear.
Claro que una forma (restringida) de ectogestación es ya posible, aquella que se da en los últimos meses de un embarazo. Hoy en día no es habitual que un feto que “nace” prematuramente complete el ciclo de gestación en una incubadora. La ectogestación, en cierta manera, va a ser una gestación a tiempo completo (y no solamente por el tiempo que quede por completar, sean las semanas o los meses finales del embarazo).
Aquí lo que urge es reflexionar sobre todos los aspectos éticos y jurídicos que plantean estas nuevas posibilidades. A medida que la gestación asistida deje de ser un fenómeno excepcional y se vuelva una alternativa que cualquier futura madre o cualquier futuro padre pueda tener en consideración, la legislación al respecto debe ser clara, amplia y moderna (digo moderna tanto en el sentido de estar al tanto de los desarrollos científicos y tecnológicos como en el de hacerse eco a los principios de una sociedad abierta y plural).
No solamente vamos a tener que reformar nuestra definición jurídica de maternidad y paternidad, sino todas las connotaciones y las valoraciones asociadas a estos conceptos.
Pero la gestación asistida nos insta tanto a reflexionar sobre el estatus de los futuros padres, como, sobre todo, a pensar acerca de cómo proteger debidamente a los distintos actores implicados en el proceso: el nuevo ser que tarde o temprano por ejemplo tendrá derecho a saber cómo ha venido al mundo; el médico y las clínicas privadas o incluso los hospitales públicos que empiecen a ofrecer esta práctica reproductiva; y los tercero que estén directamente vinculados a la gestación asistida: las personas que pongan a disposición sus vientres para gestar los hijos de otros, las personas que donen sus úteros, el personal que quede a cargo de la gestación de un nuevo ser en una placenta artificial, etc.