Diario de la pandemia (lunes, 8 de noviembre de 2021)

Los últimos días el coronavirus nos tuvo a mi familia y a mí particularmente en vilo, porque nos enteramos por la escuela de que uno de los compañeritos de mi hija mayor había dado positivo y estaba enfermo de covid (tenía los síntomas conocidos, sin que llegara a ser nada grave). Antes, el protocolo sanitario establecía que si un chico daba positivo, toda la clase debía cerrarse por dos semanas. Ahora la orden es distinta: la clase no se cierra, solo el contagiado se queda en casa, el resto solo debe someterse diariamente a un test, durante una semana (no dos).

Así que el sábado fuimos a un laboratorio de análisis para que les hicieran a la mayor y, de paso, a la menor un “rapid test” (el primero y el último de la serie de test deben ser “rapid” y estar hechos en un hospital o laboratorio, los restantes son los conocidísimos “self test” que desde hace meses venimos haciendo regularmente en casa).

Ya en la fachada del inmenso laboratorio, nos sorprendió no solo la longitud de la cola delante del box blanco instalado desde el inicio de la pandemia, sino la presencia de extranjeros: para salir del país o, más precisamente, para salir de la Unión Europea se necesita un certificado válido de un centro de análisis que contenga la ansiada palabrilla: αρνητικό (negativo).

No es la primera vez que un compañerito de mis hijas resulta positivo, pero sí desde la vuelta a clases en esta última fase de “nueva normalidad”.

A decir verdad, la noticia no nos sobresaltó, y ni siquiera nos sorprendió. Creo que hemos aceptado el hecho de que el virus llegó para quedarse y que, por tanto, se volverá endémico, lo que significa que, tarde o temprano, todos nos terminaremos contagiando. Lo importante no es eso, sino el que nos agarre preparados, es decir, vacunados, con las defensas necesarias.

Para mí, la “moraleja” de esta historia es la necesidad de que se vacunen también los niños. De hecho, en casa no vemos la hora de que la Agencia Europea de Medicamentos, primero, y la Εθνική Επιτροπή Εμβολιασμών (la Comisión Nacional de Vacunación), segundo, den la luz verde para empezar la inoculación de los más pequeños.

Lo que me pregunto es si, cuando estemos todos vacunados, grandes y pequeños, seguiremos usando la mascarilla. Ayer domingo fuimos a visitar la pinacoteca de Atenas recientemente inaugurada, después de diez años de cierre por trabajos de remodelación. Tanto el moderno edificio que han construido y que engloba con su estructura vidriada al antiguo, como las exposiciones permanentes que volvieron a salir a la luz después de una década de intervalo ameritan una visita. Pero el espectáculo realmente digno de atención era el del público: de acá a unos años, ¿seguiremos viendo salas llenas de visitantes tapados por mascarillas? ¿O todo esto será una rareza digna de ser capturada por una foto?

Vista de la ciudad de Atenas (el hospital «Evangelismós», el barrio Kolonaki y el monto Licabeto) desde el tercer piso de la flamente pinacoteca.

Mientras tanto, la situación en Grecia sigue el derrotero, para nada alentador, que ya indicaba en las entradas anteriores. En efecto, la semana pasada volvió a subir una vez más –¡sí, una vez más!– el número de contagios diarios, hasta superar la cifra de 7000 casos, algo inaudito en estas latitudes. Lamentablemente, también escaló el número de internaciones y de intubaciones, con lo cual el sistema nacional de salud empieza a colorearse de anaranjado.

Todo hace pensar que esta tendencia se va a mantener e, incluso, profundizar en las próximas semanas. Llegará un momento, me temo, en que tengamos 10.000 casos diarios y en que los hospitales vuelvan a estar abarrotados por el ingreso continuo de pacientes con covid. Sin duda, el 90 % de esas internaciones va a ser de personas que, por desidia u ofuscación, no se habían vacunado.

Claro que la culpa no la tienen siempre los ciudadanos de a pie reacios a vacunarse, sino algunos médicos irresponsables. Los otros días una mujer embarazada murió de covid porque su ginecólogo le había dicho que no había que vacunarse durante el embarazo. ¿De dónde sacó esa información el mentecato ese? Por suerte, el bebé pudo nacer y está bien. Lo lamentable es, aparte de la muerte de la paciente, que no se ha tratado del único caso.

Mientras tanto, se ha abierto la plataforma para que todos los mayores de 18 años se registren con el fin de ponerse la dosis de refuerzo. Yo me anoté este fin de semana y fijé mi turno para el próximo sábado. (Esto también implica la nueva normalidad: el vacunarse regularmente contra el coronavirus, tal como lo hacemos contra la gripe y tantas otras cosas.)

Por si a alguien le interesa: hasta la semana pasada se habían puesto la tercera dosis unas 400.000 personas en Grecia, algo así como el 5 % de la población, si uno excluye a los bebés.

Un último punto: por lo que vengo escuchando, el mejor tipo de vacunas de refuerzo son las que usan la tecnología basada en el ARN mensajero (mRNA, como dicen en inglés). ¿Por qué? Porque así el sistema inmunitario se especializa en combatir la proteína del virus denominada espícula («spike»), el arma de ataque del SARS-CoV-2, sin distraerse con los adenovirus o los coronavirus desactivados que entran en el organismo con las demás vacunas (ejemplo, la AstraZéneca para el caso de los adenovirus, la Sinopharm para el de los virus desactivados).

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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