Diario de la pandemia (14 de julio de 2021)

Últimamente ha surgido un lugar común que se cuela en toda conversación: “Hasta hace unas semanas estábamos bien, parecía que se había ido el virus, que nos iba a dar un respiro al menos durante el verano, pero con la variante delta uno ya no puede estar tranquilo…”.

Efectivamente, la variante de la India puso pie en Europa y desde entonces no ha hecho más que expandirse por el Viejo Mundo a una velocidad inusitada. ¡Se aguó la fiesta que prometía ser el verano! Por este motivo, los gobiernos tienen que tomar ya decisiones que pensaban que podían postergarlas hasta el otoño boreal; los empresarios, pequeños y grandes, de los sectores del turismo y el esparcimiento calculan ya que esta temporada va a ser más magra incluso que la pasada, y la gente común y corriente entiende ya que no va a poder bajar la guardia tal como deseaba.

Para dar una idea más cabal de la situación, les tiro estos datos. Hace dos fines de semana, nos horrorizamos porque el número de contagios diarios empezaba a arañar las mil unidades; el fin de semana pasado ya estábamos hechos a la idea de que los casos no iban a bajar de los dos mil; y ayer superamos la barrera de los tres mil contagiados en un solo día.

Pero esta vez hay una particularidad, y es que la mayoría de los contagios se da entre gente joven. Y eso significa que luego no necesitan ser hospitalizados. En otras palabras: aumenta el número de contagios, pero no se incrementa paralelamente la cifra de las internaciones. Por lo tanto, los otros dos valores que siempre se han tenido en cuenta, el de los intubados y el de los muertos, continúan a niveles bajos, “aceptables”.

Por las noticias que leo y escucho diariamente, este fenómeno no es privativo de Grecia, sino que se repite casi exactamente en los principales países europeos: en todos ellos se difunde a pasos agigantados la variante delta, particularmente entre los jóvenes, mientras que los respectivos sistemas sanitarios siguen sin sobrecargarse.

La explicación que se ofrece es más o menos esta: la población adulta, sobre todo, la población de los mayores de 60 años está bastante bien protegida gracias a las vacunas. De hecho, en casi todos los lugares se repitió un esquema de vacunación basado, entre otras cosas, en la edad. Así, desde enero comenzaron a vacunarse los mayores de 85 años y a medida que se iba cubriendo esa franja, se bajaba en cinco años el requisito de la edad: entonces se pasó a los mayores de 80, luego a los de más de 75 y así sucesivamente.

Hasta ahora, los epidemiólogos griegos y europeos dan por descontado dos cosas: primero, que las vacunas administradas (las de Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Johnson y Johnson) son efectivas incluso frente a la nueva variante delta; segundo, que si bien esta mutación le permite al virus difundirse más rápidamente, no lo hace más agresivo: los jóvenes, que en buena medida son el sector que recién ahora empieza a vacunarse y que, por lo tanto, no cuenta con la inmunidad adquirida gracias a las vacunas, no tiene mayores probabilidades de enfermar gravemente (lo mismo que ha ocurrido con las variantes ya conocidas).

Si estos dos supuestos no son puestos en tela de juicio en las próximas semanas, es probable entonces que los gobiernos europeos se aferren a la política que, detalles más, detalles menos, ya han anunciado. En pocas palabras, la idea es que no debemos asustarnos si en las próximas semanas el número de contagios sube incluso hasta escalar niveles más altos que durante la segunda y la tercera olas; lo importante es que siga avanzando, y ahora a pasos agigantados, la campaña de vacunación porque la vacuna es, por el momento, la única arma efectiva con que contamos para contrarrestar los efectos más dañinos del virus. Se insistirá sobre las medidas básicas como usar barbijo o mantener una distancia de más de metro y medio; se restringirán algunas actividades como la de los bares y la de las salas de concierto, pero la vida normal continuará. La clave estará en otorgarle carácter de obligatoriedad a la vacuna en todos aquellos casos en que sea posible (por ejemplo, para el personal sanitario) y de aumentar los incentivos para vacunarse en todos los demás casos (por ejemplo, no se podrá ir a un restaurante si uno no cuenta con el famoso certificado de inmunidad).

Por lo que veo, algunos países van a ser más prudentes, como los Países Bajos, que ya optaron por reintroducir algunas medidas restrictivas para que el ritmo de contagio siga en valores controlables, mientras que otros, y aquí se sitúa en primer lugar el Reino Unido, han optado por una reapertura total. De hecho, Boris Johnson sigue firme en su decisión de volver incondicionalmente a la normalidad a partir de la próxima semana.

Yo le he dado vueltas al tema los días pasados y sigo pensando lo que ya expresaba en el post anterior. Si no entra en juego una nueva variable, esto es: si la situación sigue desarrollándose dentro de los parámetros que hasta este momento manejamos, entonces no queda otra que seguir vacunando pero sin la perspectiva de volver a una nueva cuarentena y ni siquiera a la reintroducción de medidas restrictivas para la economía y la vida social (pienso en las escuelas, en los museos, en los cines, en los restaurantes, etc.) una vez que termine el verano.

Permítanme esta comparación. El que no se vacuna de ahora en adelantes es más o menos como el que sigue fumando, tomando alcohol, consumiendo grasas y azúcares y haciendo una vida sedentaria: el problema básicamente es suyo. Una vez que una sociedad logra inmunizar a alrededor del 70 por ciento de la población, el virus deja de ser una amenaza para los otros y solo lo es para el que no tiene la inmunidad necesaria… simplemente porque no desea vacunarse.

Claro que en esta pandemia no está dicha la última palabra. Lo preocupante, lo realmente preocupante para Europa de ahora más debería ser la vacunación a escala global. Creo que no es necesario aclarar por qué: si el virus continúa difundiéndose y mutando en el resto del globo, es probable que surjan variables que cambien completamente las reglas de juego que barajamos hasta ahora. Incluso cuando la motivación sea exclusivamente egoísta, las naciones más ricas deberían concentrarse en la campaña mundial de vacunación.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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