Diario de la pandemia (20 de julio de 2021)

Los dos temas que siguen acaparando nuestra atención acá en Grecia son la variante delta del coronavirus y la vacunación. Tengo la impresión de que en esta última semana no hubo cambios sustanciales en ambos frentes, para bien o para mal (se entiende: para bien, si nos concentramos en el primer aspecto; para mal, si en el segundo).

El problema de las variantes del virus –en este momento, de la variante delta, aunque empieza a preocupar también el arribo de la épsilon– es que pueden cambiarnos radicalmente las reglas del juego. Hasta ahora nos manejamos con que delta es más peligrosa que alfa –la variante originada en el Reino Unido que copó toda Grecia a partir de enero–, entendiendo por más peligrosa el hecho de que se difunde con mayor rapidez o, para decirlo de un modo más preciso, el hecho de poseer mayor contagiosidad. Por lo pronto, no parece ser más agresiva con el organismo humano una vez contagiado, esto es, no parece ser más letal. Pero hay una serie de preguntas abiertas y, por lo que veo, los científicos aún no tienen más que respuestas provisorias: ¿si la variante delta es más peligrosa, qué pasa si un número importante de niños se infecta? ¿no podría darse el caso que delta fuera más agresiva con los organismos en desarrollo, como los de los bebés y los niños en edad escolar? Además, ¿qué sabemos del impacto de delta a largo plazo? Más precisamente, ¿la variante india puede llevar a la aparición de más casos de covid persistente (long-covid)? Y, para no seguir ahondando mucho más en el tema, ¿de todas las vacunas que actualmente se utilizan en Europa y en los restantes continentes, puede decirse que su eficacia es al menos igual o muy similar a la constatada respecto del virus “original”, esto es, del que nos llegó sin grandes mutaciones de Wuhan?

Todas estas preguntas no son ociosas ni tienen un valor meramente científico. Los políticos, los empresarios, los directores de escuela… todos nos las planteamos, porque queremos organizar nuestro futuro inmediato, lo que vamos a hacer a partir de setiembre, cuando se acaben las vacaciones y las obligaciones y el fin del verano nos reúnan de nuevo en espacios cerrados. ¿Los chicos van a poder volver a clases? ¿Con qué modalidad, virtual o presencial? ¿Los empleados administrativos van a tener que rearmar sus oficinas caseras? ¿Va a ser necesario tomar medidas “horizontales” que restrinjan una vez más nuestra libertad de circulación?

A decir verdad, todas estas no son ni siquiera preocupaciones para el futuro próximo, sino de lo más candentes. El fin de semana pasado el gobierno volvió a introducir una suerte de “confinamiento express” en la isla de Miconos. Como sabrán, esta isla es uno de los principales destinos del turismo internacional. En un par de semanas, Miconos se llenó de turistas griegos y extranjeros, muchos de los cuales no estaban vacunados ni se les cruzaba tampoco por la mente respectar las medidas del protocolo sanitario: habían ido a darse la buena vida yendo, literalmente, “de fiesta en fiesta”. El resultado fue un aumento alarmante de los contagios y el gobierno prefirió pisar el freno antes de que la cosa pudiese írsele de las manos.

El otro gran asunto, estrechamente vinculado a este, es el de la vacunación. La campaña avanza, pero a un ritmo exasperantemente lento. El gobierno podrá decir que ya estamos alrededor del 60 por ciento de vacunados, si sumamos a los que se han puesto recién la primera dosis y a los que están por hacerlo en los próximos días, pero la cifra más preocupante es la otra, la de los “completamente vacunados”, que todavía no alcanzó a la mitad de la población y se arrastra por el 45 %.

Claro que alguien me puede decir que el gobierno no tiene toda la culpa (hay un sector de la población que aún no se ha puesto la vacuna por simple negligencia, no por oponerse a ella por motivos ideológicos) y también me puede señalar que Grecia no está mucho peor que otras naciones “desarrolladas” (¿se acuerdan de que Joe Biden quería que el 4 de julio de este año coincidiera con la fecha en que los EEUU iban a lograr la otra independencia, la dada por la inmunidad del rebaño? ¡Los Estados Unidos están apenas unos puntos por encima de Grecia en lo que hace el porcentaje de vacunados completamente!)

Yo creo que el gobierno griego, y lo mismo vale para los restantes países de la Unión Europea, no actuó con la rapidez y decisión del caso. Para mí el error fue no condicionar la reapertura que se dio a partir de mayo con la vacunación. O sea, tendría que haberse puesto como condición para volver a la normalidad la primera dosis de la vacuna: si tiene el primer pinchazo, sale de casa, si no, sigue encerrado. Con este método, usado en Israel, por ejemplo, estaríamos en estos momentos arañando la ansiada cifra del 70 %.

Para decirlo más claramente: recién ahora el gobierno dispuso que los espacios cerrados (de un restaurante, de un cine, de una sala de conciertos, etc.) va a ser solo para los vacunados, con el fin de generar así incentivos. “¿Está usted vacunado?, entonces entre, si no, lo siento mucho.” Esta medida, que ahora todos aceptan porque no queda otra, tendría que haberse introducido hace al menos dos meses. No dudo de que entonces hubiesen surgido protestas enconadas por lo draconiano y discriminatorio de la medida, pero hubiese surtido el efecto deseado.

El gobierno sabe que las agujas del reloj no se detienen y que, en el mejor de los casos, le quedan dos meses (aunque yo diría solo seis semanas) para vacunar con las dos dosis a unos dos millones de ciudadanos (de los cuales, al menos un cuarto, o sea, más de 500.000, son adultos en edad de riesgo). De lo contrario, y esto es lo que me veo venir, vamos a tener un otoño más gris de lo esperado.

Mientras tanto, las autoridades evalúan extender la vacunación a los adolescentes de entre 12 y 15 años. Los jóvenes de 16 y 17 años ya pueden vacunarse, y de hecho una familia conocida días pasados registró a su hijo mayor para que se ponga en los próximos días la vacuna prevista para esa franja etaria (la de Pfizer). Yo en principio soy favorable a esta extensión de la vacuna a los adolescentes. Aunque los adolescentes no enfermen tanto de covid como los adultos, es bueno que estén protegidos, para reducir el riesgo al mínimo; además, esa protección va a significar una mayor seguridad para todos: los jóvenes dejarán de ser considerados como potenciales difusores del virus.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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