Diario de la pandemia (7 de julio de 2021)

Se ha comparado al coronavirus con un enemigo –y con un enemigo especialmente peligroso debido a su invisibilidad – y a la lucha contra el virus con una guerra. No sé cuán acertadas puedan ser estas metáforas; en todo caso, si se trata de una guerra, no es como esos conflictos convencionales, en las que dos ejércitos se enfrentan cara a cara en un amplio campo de batalla. El virus parece maniobrar como si estuviese librando una guerra de guerrillas…

Esto lo digo porque en los meses en que peor estábamos (epidemiológicamente hablando), allá por marzo y abril, comenzamos a ver solo la luz al final del túnel: el enemigo parecía derrotado, incapaz de volver a levantar cabeza por meses. Ahora, en cambio, que el virus parecía estar bajo nuestro control, reaparece y de modo desafiante. El virus no estaba muerto, antes bien, ha mutado y vuelve a atacar en un punto muy vulnerable.

¡Así es! Si hasta mediados de la semana pasada teníamos la sensación de que Grecia estaba fuera de peligro y de que si se hacían todas las cosas bien la inevitable cuarta ola que llegaría a partir de setiembre u octubre sería inocua, hoy la realidad se nos presenta de otra manera. Lamentablemente, en tan solo un par de días el número de contagios y de personas ingresadas en los hospitales se multiplicó varias veces. Concretamente, de haber tenido un centenar de casos, pasamos a arañar la cifra de los dos mil (ayer). Y esto se traduce en una serie de incertidumbres muy concretas. Yo, por ejemplo, había decidido salir con mi familia a fines de este mes de vacaciones, la típica estadía en un pueblito costero para disfrutar la playa unos diez días, pero en este momento no sabemos qué medidas restrictivas se van a aplicar a partir de cuándo.

No quiero pintarles un escenario catastrófico. La situación no está fuera de todo control, al menos no está como en Portugal (¡De nuevo Portugal! ¡Malditos sean los países que están condenados a vivir del turismo de masa! ¿Se acuerdan de que Portugal había sido noticia en enero, después de que miles de británicos fueran a pasar las vacaciones de navidad allí, ya que “estaba todo bien”? Hoy Portugal vuelve a estar en los titulares, y por haber cometido el mismo error: “acá está todo bien, que vengan los turistas, no importa si son del Reino Unido, no importa si allí la variante delta es la predominante, no importa si se pusieron solo una vacuna…”.)

Acá también los otros días la Merkel le tuvo que dar un tironcito de orejas al primer ministro griego, Mitsotakis: “Queridito, no me dejes entrar a los rusos así sin más. Es cierto que te traen platita, bien o mal habida, eso no importa, pero ojo que en Rusia casi todos los contagios son de la variante delta; además, los pocos rusos que están vacunados se pusieron la Sputnik V, una vacuna no reconocida en la Unión Europea.”.

El tema es justamente este: la nueva variante, la delta, ya entró en Grecia (y en el resto de la Unión Europea) y es solo cuestión de tiempo (en el mejor de los casos, meses) hasta que desplace a la variante alfa, la del Reino Unido, la que se había propagado hace exactamente seis meses atrás, desplazando al virus de Wuhan.

Por lo que se sabe (o, mejor dicho, por lo que sé yo), la variante delta no es más letal que las restantes, pero sí más contagiosa. Además, si uno no está vacunado con las dos dosis, la protección que da solamente la primera vacuna es muy baja. Este es el tema.

Conclusión: ni en Grecia, ni en ningún otro de los países “desarrollados” (o “más o menos desarrollados”) hay que dormirse en los laureles. Aparentemente, fue imprudente dejar sin efecto todas las medidas restrictivas y no va a quedar otra que reintroducir alguna que otra forma de limitación, si no queremos que la variante delta se extienda por todo el territorio demasiado rápidamente. Mientras tanto, carpe diem, aprovecha todo día para vacunar.

Últimamente, yo repito como un loro: “Cuando llegue setiembre, tiene que estar vacunada al menos el 70 % de la población de Grecia con las dos dosis. Si no, vamos a ver por cuarta vez la película archiconocida de contagios, internaciones y demás”. Creo no decir nada original, los principales epidemiólogos del país están de acuerdo con este objetivo, que el gobierno, hay que reconocerlo, ha adoptado sin chistar. El problema es que la cifra está aún muy lejos de volverse realidad.

Justamente ayer se barajaban los siguientes guarismos: en Grecia la población ronda los diez millones y medio de habitantes. Pongamos que la cifra de indocumentados oscile entre los doscientos y los trescientos mil. Si el número de vacunados con una dosis era de 5.000.000 y el de los vacunados completamente (sea con las dos dosis o con la vacuna de Johnson, que es unidosis) alcanzaba los 4.000.000, entonces está claro que queda un buen tirón para llegar a la meta. ¡Ni siquiera arañamos la mitad! Para colmo, hay signos inconfundibles de que el entusiasmo que reinaba hasta hace unas semanas atrás se desinfló. De las casi 100.000 personas que se vacunaban por día, pasamos a algo más de la mitad.

Frente a este escenario, el gobierno griego está echando mando de lo que sea. En el post pasado les comentaba que, por ejemplo, los restaurantes o salas de entretenimiento que acepten solamente vacunados podrán trabajar “a toda máquina”, mientras que quienes permitan el ingreso de los no vacunados solamente van a poder usufructuar algo así como la mitad de la capacidad disponible. Incentivos para que la gente vaya a vacunarse.

Ahora la novedad es que a partir de la próxima semana va a habilitarse la plataforma para que los chicos de 16 y 17 años se registren para la vacunación. La vacuna que se va a utilizar va a ser la de Pfizer/BioNTech y la de Moderna (o sea, las dos vacunas que utilizan la tecnología del RNA mensajero y que parecen ser, al menos hasta el momento, las más seguras para menores).

¿Y con los indocumentados? Les cuento de cierre esta historia. Un pariente político mío, a causa de la edad y de la situación física deplorable en que está, necesita desde hace años una persona que lo ayude. Como se sabe, no abundan ni las chicas ni las señoras griegas (y ni hablar de los chicos y los señores griegos) que estén dispuestas a hacer este trabajo doméstico que podríamos llamar “cuidado a tiempo completo”. Conclusión: miles y miles de familias griegas recurren a la mano de obra femenina que viene de los países del este, desde Bulgaria hasta Filipinas, mujeres que acompañen y asistan a nuestros viejos por unos 700 euros al mes.

Bueno, este pariente que les mencionaba no es una excepción a la regla, tiene una señora de mediana edad proveniente de uno de los países del Cáucaso. Obviamente, entró (entonces, ya hace más de quince años) ilegalmente y trabaja en negro.

Ahora bien, sea por la salud de mi pariente que por la de esta señora, ayer llamé a Médicos sin Frontera a ver qué se podía hacer. ¿Puedo llevarla a vacunar a la señora S.? La respuesta que me dieron es: no, nosotros no podemos hacer nada. “El Estado griego administra exclusivamente las vacunas por medio de sus instituciones y si la señora en cuestión no figura para el Estado, no se puede hacer nada. Lo lamentamos mucho.” ¡Pero es el caso de cientos de miles de personas!, comenté. Sí, lo sabemos, su caso no es el primero que recibimos, vaya a un centro de vacunación oficial y vea de hacer presión allí. Esa fue la respuesta que recibí. Así que esta es una historia “to be continued”. Mientras tanto, mi exhortación: ¡Señores funcionarios del gobierno griego, si quieren tener vacunado al 70 % de las personas que habitan este suelo, no desconozcan la suerte de los indocumentados!

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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2 respuestas a Diario de la pandemia (7 de julio de 2021)

  1. Irene dijo:

    La misma situación de España. Cuando creíamos que íbamos de salida, llegó la cuarta o quinta -ya ni sé cuál es- ola.

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