Por esas cosas de la vida, pasé años sin ir a caminar por el monte Himeto o, como acá le dicen, por el Υμηττός. En esta pandemia lo “descubrí”. Es una inmensa área verde montañosa para salir a caminar cuando no es posible abandonar la ciudad por el confinamiento o por lo que fuese.

En realidad, el Himeto no es un monte muy alto. Se caracteriza por ser bastante fino y alargado, de modo que constituye una barrera natural que separa Atenas de la región costera del este. Por eso, si uno quiere ir al mar de esa zona (por ejemplo, a Porto Rafti o Baurón), tiene que darle la vuelta al Himeto, sea por el sur o por el norte.
En la larga ladera que mira a la ciudad hay muchos árboles, sobre todo, pinos. Tengo la impresión de que el monte ha sido reforestado, porque hay zonas de un verde muy intenso, el típico brillo de los árboles jóvenes. De hecho, hay también un parque botánico y un vivero.

Hay varios monasterios e iglesitas perdidos en el monte. En uno de los puntos de la ladera, a medida que uno va ascendiendo, está Kalopoula, un sitio donde funciona un bar. A partir de allí, uno puede optar por alguno de los muchos senderos abiertos en el monte (en general, los caminos y senderitos de tierra están en buen estado).

Desde muchos ángulos se puede ver la extendida mancha blanca de Atenas y, más allá, El Pireo. Con un poco de atención se distingue incluso la fila de buques y barcos haciendo cola por entrar al puerto.
