De nuevo en cuarentena (18 de marzo)

Estamos atravesando una de las peores semanas de la pandemia. Ayer el número de infectados superó ampliamente los tres mil y las muertes volvieron a ubicarse en alrededor de sesenta. También la cifra de los intubados alcanzó la línea roja: con más de 620 pacientes en camas provistas con ventilación mecánica las unidades de cuidado intensivo están al borde de la saturación.

Es curioso, pero la sensación que tengo es que la gente no está alarmada, que ya no se alarma más por cifras como estas. ¿Por qué? No sé bien. ¿Será que nos hemos ya acostumbrado? ¿Será que todos albergamos secretamente la esperanza de que este es el pico y que en días más la situación empezará a mejorar? ¿O será porque las preocupaciones realmente empiezan a ser otras (estilo: ¡que me importa que el sistema de salud colapse, cuando yo hace un año que no tengo trabajo, cuando mi hijo hace meses que no va a la escuela, cuando mis padres han caído en una oscura depresión!)? Ojo, no hago valoraciones ni me decanto por ninguna teoría, solo constato que en los rostros de la gente no está dibujada esa angustia que se veía exactamente un año atrás, cuando todo esto aterrizaba acá en Grecia.

De todos modos, al contar qué nos pasa me parece no estar dando ninguna primicia. La situación en países como Italia, Alemania o Francia no es mucho más distinta que esta. Europa está viviendo su tercera ola de contagios y muertes, una ola que llegó incluso antes de que se fuera la segunda.

Ayer escuchaba a un especialista italiano que hablaba de la “canibalización de los hospitales”. Lamentablemente, algo muy parecido se está dando acá en Grecia: los pacientes con COVID tienen prioridad y por ello los centros de salud se han reorganizado para atenderlos, con el resultado de que todos los otros enfermos tienen que esperar para ser atendidos. Acá en Ática algunos de los principales hospitales ya son “hospitales-COVID” (νοσοκομεία-COVID), hospitales que de la noche a la mañana han sido reestructurados y que ahora atienden mayormente (o exclusivamente) a pacientes afectados por el coronavirus.

Mientras tanto, el tema que ocupa la discusión es el de la vacuna de AstraZeneca. Los pocos y raros casos de trombosis que se registraron en Alemania, ¿guardan alguna correlación con la vacuna? ¿O se trató de una infausta coincidencia temporal? E incluso en el caso de que la vacuna y los casos de trombosis tuvieran algún tipo de relación causal, ¿no se justifica asumir el riesgo de la vacunación con la AstraZeneca, dado que la probabilidad de un eventual coágulo sanguíneo es ínfima? Al fin y al cabo, las probabilidades de desarrollar síntomas, y síntomas graves, de COVID, incluso de morir, son mucho mayores, si no se está protegido…

Nota: horas después de haber publicado este post apareció el informe de la Agencia Europea de Medicamentos, EMA. De las 20 millones de vacunas de AstraZeneca que se han administrado hasta ahora en el Reino Unido y la Unión Europea, solo ha habido 7 complicaciones relacionadas con accidentes tromboembólicos, todos en mujeres menores de 55 años. Aunque no se puede descartar un nexo causal, no está claro que esos eventos hayan sido causados por la vacuna. Aquí les copio el enlace al informe.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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