Durante el fin de semana el cuadro epidemiológico no ha cambiado significativamente. El número de muertos diarios por el COVID sigue rondando los 100 y la cifra de intubados también se mantiene estable, en los 600, con lo cual el sistema de salud griego continúa en jaque. Lo que sí bajó, y mucho, ha sido el número de contagios, pero siempre pasa lo mismo los fines de semana, por la simple razón de que se hacen menos test.
Respecto a esto último, una observación al margen: que en épocas normales sea menor el testeo que en los fines de semana me resultaría lo más lógico del mundo. Pero que en plena segunda ola de COVID, con un país semiparalizado los laboratorios trabajen a media máquina para respetar al descanso dominical me resulta difícilmente comprensible.
Con estos números, ¿el gobierno puede permitir que la próxima semana o la otra se abran algunos negocios, como las peluquerías, las librerías, las jugueterías? ¿Y va a ser posible festejar la Noche Buena en familia y con amigos? La respuesta es simple: las autoridades están dándose un margen mayor que el previsto, un par de días más antes de decidir. Si en esta semana los números comienzan a mostrar una tendencia a la baja, podrían permitir la apertura de los negocios y las reuniones, al menos por unos días, porque está claro que ese movimiento social va a traer aparejado un nuevo incremento de los contagios.
Lo que sí se permitió es la venta de los abetos. Esto lo voy a contar, porque es algo que, al menos en mis “años mozos” no existía en Argentina, no sé si las cosas habrán cambiado en el ínterin. Resulta que en Grecia, como en otros países europeos, hay familias que, en vez de armar un arbolito cuyo esqueleto es de alambre y plástico, compran un abeto relativamente joven, cortado de raíz y clavado en una base. Normalmente, a partir de fines de noviembre en las esquinas de las principales avenidas se cerca una superficie lo más amplia posible que sirve de depósito y venta de abetos cortados, de entre dos y tres metros de alto. Así la gente puede ir, elegir su abeto y llevárselo a casa.
Claro que el destino de esos árboles después de las fiestas es tan o más triste que el del protagonista del cuento navideño de Hans Christian Andersen, “El abeto”, al menos este último terminó en las purificadoras llamas de un fogón hecho en el medio del jardín, mientras los chicos corrían alrededor, y no patas para arriba en el contenedor de la basura.
Por otro lado, en Rusia se empezó a vacunarse a la gente con la Sputnik V, y hoy es el turno de los británicos, que van a comenzar con la de la Pfizer & BioNTech.
En general, la vacuna rusa ha despertado poco interés entre los griegos, excepto para el sector populista de izquierda, que ya la bendijo por motivos, según entiendo, simplemente ideológicos. Lo que modestamente sé de la vacuna rusa es que tiene un nivel de efectividad aparentemente comparable al de la Pfizer & BioNTech, pero que no completó la Fase 3 de experimentación. Esto último me parece lo más discutible de todo: el que se haya dispuesto “quemar una etapa” en vez de llevar a buen puerto la empresa iniciada. Claro que alguien puede argumentar que la Sputnik V, al emplear adenovirus y no una nueva biotecnología, como la de la Pfizer, no necesitaba toda la cantidad de pruebas, etc. Pero yo pienso que con una vacuna no debemos jugar: las etapas están para ser respetadas y cumplidas, y es justamente ese aspecto lo que luego incrementa la confianza de la gente en las vacunas en general y en esta en particular.
Como sea, acá en Grecia no va a empezar ninguna vacunación hasta que las candidatas no sean aprobadas por la Agencia Europea de Medicamentos. Por el momento, creo que ya la vacuna de la Pfizer está siendo examinada y esto podría llevar un par de semanas más. Luego vendrá todo el tema de la producción masiva, la distribución y la suministración. Creo que el gobierno griego aún no sabe cuándo contará con vacunas ni con cuántas, como para definir una línea de vacunación a seguir. Me imagino que nadie sueña con que para marzo Grecia va a disponer de once millones de vacunas, la cifra que sería necesaria para cubrir toda la población. (En realidad, como son necesarias dos dosis, las vacunas deberían ser veintidós millones.)
Para dar una idea de lo que pueden ser las cosas. Este año todo el mundo se quería vacunar contra la gripe. Comprensible, ¿no? Bueno, en Grecia había solamente cuatro millones de vacunas. El criterio para racionar las dosis fue entonces privilegiar a los sectores vulnerables (léase, a los mayores sobre todo), a los más expuestos (al personal sanitario y docente), etc. Los chicos, normalmente, no entran en esas categorías, a pesar de que se enferman fácilmente de gripe y se la contagian al resto de la familia. Así que se excluyó a los niños del grupo de los beneficiados. (Nosotros pudimos vacunar a nuestras hijas gracias a que nuestra pediatra se puso en firme y nos escribió un certificado, con el cual pudimos retirar dos dosis más de la farmacia.)