
Grata sorpresa el haberme topado en una librería del aeropuerto, recién llegado a Buenos Aires, con Prefiero la noche, prefiero el silencio, una breve antología de cuentos de Antonio Di Benedetto.
Di Benedetto ha sido, sin duda, uno de los grandes narradores argentinos. Profeso por él la misma admiración que le expresaba Juan José Saer en la introducción que le hizo a Zama y la misma devoción que manifestaba Roberto Bolaño en su cuento “Sensini”, todo un homenaje al mendocino.
Si consideramos que “Autobiografía” no es un cuento más del libro sino una escueta pero vibrante nota autobiográfica (no nos pongamos a discutir ahora si hay diferencia entre la Historia y las historias), entonces llegamos a la conclusión de que la antología reúne nueve relatos.
Los primeros cuatro cuentos (“Mariposas de Koch”, “Reducido”, “Volamos” y “Bizcocho para polillas”) son, como diríamos hoy, minirelatos, impecables minirelatos.
Después de bocadillos tan agradables viene el plato fuerte: cuatro cuentazos, titulados “El Juicio de Dios”, “Caballo en el salitral”, “Aballay” y “Pez”. Estos cuatro relatos tienen todo lo que puede esperarse de los grandes cuentos: una historia cautivante, narrada con un estilo personalísimo y por momentos lírico, capaz de generar en el lector profundas inquietudes religiosas, políticas, filosóficas. Mientras los leía pensaba que así como Horacio Quiroga ha sido el escritor de la selva misionera, Di Benedetto tiene todo el derecho de ser declarado el escritor de la región cuyana.
El noveno y último cuento es la sorpresa del libro: publicado en una revista allá por 1951, cuando el autor tenía 29 años, se pasó décadas durmiendo en oscuras y silenciosas bibliotecas hasta que recientemente un bibliófilo lo descubrió y lo sacó a la luz para esta edición de 2018. (Lo que me gustaría saber, dicho entre nosotros, es si este cuento se le perdió a Di Benedetto o si el escritor dejó que se perdiera… y lo digo porque, francamente, es el único que no está a la altura del maestro: buen comienzo, sí, prometedor, pero ejecución mediana y final flojísimo.)
¿Cuál es el nombre del noveno cuento?
¡Ups! Veo que se me pasó poner el título del cuento. Y veo también que ya no está más el libro en mi biblioteca. ¿Se lo habré prestado a algún amigo? De todos modos, L, si lo encuentro, te mando el dato.