Buena vida y proyecto

Una de las cuestiones que he estado analizando últimamente es esta: supongamos que uno define «buena vida» como «poder realizar un proyecto de vida que uno mismo se fija». Así, una buena vida sería una vida con sentido. El hecho de llevar a cabo el proyecto vital elegido es fuente de sentido y de satisfacción. Ahora bien, uno de los problemas que aparecen es cómo puede el individuo llegar a definir qué meta de vida perseguir. Por ejemplo, puede haber metas irracionales; puede haber metas inmorales. Y aún en el caso en que el individuo se defina por una meta razonable y éticamente aceptable, surge la cuestión de por qué elegir solo un proyecto de vida, dado que tenemos una diversidad de capacidades e inclinaciones.

Immanuel Kant percibía este problema y por eso escribió que necesitaríamos muchas vidas para poder realizar todos los talentos que poseemos, como si en esta vida podríamos ser filósofos y, tras renacer, pintores, y luego deportistas, etc.

A algunos jóvenes les angustia muchísimo tener que elegir qué carrera estudiar, porque definirse por una alternativa significa desechar las restantes y, entonces, no poder llegar a ser aquello que también se hubiese podido y querido ser. En algunos intelectuales contemporáneos, esto da lugar a una visión romántica del ciudadano de la polis o del artista del Renacimiento. En la antigua Grecia, el ciudadano era de todo: militar, político, comerciante, filósofo, poeta, atleta…; por lo mismo, un Leonardo da Vinci era dibujante, inventor, cocinero, científico…

No discuto que en nuestro mundo hay personas polifacéticas; sin embargo, existe una «presión social» que lleva al individuo a definirse por un único curso de acción. En una sociedad compleja como la nuestra, caracterizada por la especialización y la diversificación, es más cierto que nunca eso de «quien mucho abarca, poco aprieta».

Es innegable que, para muchas personas, el hecho de deber definirse solamente por un proyecto de vida es fuente de angustia. Esa angustia puede terminar malogrando incluso la realización del proyecto que se terminó eligiendo.

La ironía está en que la vida es como pernoctar en un hotel de cinco estrellas que ofrece decenas de actividades para realizar pero que, por falta de tiempo, en el mejor de los casos solo podemos optar por una. (Y está claro que más vamos a disfrutar de la actividad elegida, cuanto menos pensemos en todas las que hemos debido desechar.)

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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