La vacunación de los menores, ¿debería ser obligatoria o no? Yo creo que sí. Esta mañana leía en El país algunos artículos sobre el tema a raíz del niño contagiado de difteria porque sus padres no lo habían querido inmunizar. En España, vacunar a los bebés y a los niños no es obligatorio pero, según el artículo, el 90 por ciento de las familias de todos modos lleva a sus hijos a vacunar. En uno de los textos se reproduce la opinión de dos profesionales de la salud según los cuales es mejor que no exista la obligatoriedad de vacunar a los hijos, ya que eso sería contraproducente.
(Aparentemente, si se estableciera que la vacunación es obligatoria, muchos padres verían en ello una injerencia excesiva del Estado en la vida privada y reaccionarían no vacunando a sus hijos. Sinceramente, dudo de si este es un argumento sólido, pero no me interesa ahondar en esta cuestión ahora. )
Lo que sí quisiera comentar es una declaración que me llamó la atención. Una persona que trabaja en una importante comisión de bioética dijo que, en la discusión acerca de si debe o no ser obligatoria la vacunación de los menores, se oponen dos principios centrales: por un lado, el principio de proteger la salud pública y, por otro, el principio de respetar la esfera privada de la familia. Si se declarara obligatoria la vacunación, entonces se daría más peso a la necesidad de mantener la salud pública que a la necesidad de respetar las libertades individuales.
Lo erróneo aquí es lo siguiente: este tipo de razonamiento sólo puede aplicarse en el caso de la vacunación en adultos, no en niños. Una persona adulta puede decidir si vacunarse o no – eso es «cosa suya». En el caso de una epidemia, puede haber buenas razones para obligar a vacunar a toda la población. En tal caso, el adulto «rebelde» podrá aceptar vacunarse o, si insiste en no hacerlo, podrá cambiar de ciudad o de país. El tema es que, cuando está en juego la salud de los niños por tratarse de una cuestión de «vida o muerte» como la difteria, los padres no pueden decidir según la ideología que tengan.
Repito: si un adulto se opone a que se lo vacune por ser partidario de una concepción alternativa de la medicina, allá él. Creo que la mayoría de las concepciones alternativas a la medicina occidental carecen de todo fundamento, pero en una sociedad abierta y pluralista todo ciudadano tiene el derecho de creer en lo que quiera… mientras ello no ponga en riesgo la vida de sus niños, que aún no son mayores de edad y no han decidido qué concepción de vida tener.
En el caso que nos concierne, no hay un conflicto entre las necesidades de la sociedad y las libertades del individuo. Los niños deben ser vacunados, en primer lugar, porque esa es la mejor manera de protegerlos de una manera sencilla y efectiva contra enfermedades graves, algunas de ellas incuso mortales. Y en segundo lugar, porque es la forma de erradicar enfermedades que, de otro modo, afectarían a toda la sociedad. Ciertos grupos de padres europeos se dan el lujo de no vacunar a sus hijos porque la gran mayoría lo hace. Si con el tiempo sólo una minoría terminaría vacunando a sus hijos, entonces existiría un incentivo enorme por proteger a los hijos vacunándolos. Es un poco como subir al tren sin pagar el boleto… el sistema funciona mientras la mayoría pague el pasaje.
Los padres tenemos la libertad de decidir a qué escuela vamos a mandar a nuestros hijos, pero no si los vamos a mandar a la escuela o no; la instrucción básica es obligatoria. Es parte de nuestra libertad el que le podamos inculcarles a nuestros hijos un estilo de vida que consideramos satisfactorio, pero no al punto de poner seriamente en peligro la vida de los niños no vacunándolos, o no permitiéndoles que se les haga una transfusión de sangre cuando lo requieran.