Volver a la dracma, pros y contras

Para mí, la decisión más importante que debería tomarse en Grecia es si debe volverse a la dracma o seguir en la zona euro. El problema es que se trata de una decisión sumamente difícil. Quedarse en la zona euro implica seguir sometiéndose a una serie de medidas a la que los griegos o, mejor dicho, la mayoría de los griegos parecen no querer someterse. (No digo si tal rechazo es razonable o es injustificado, sólo constato un hecho.) Por otra parte, volver a introducir la dracma equivale a dar un salto al vacío: la cosa puede salir bien o puede terminar en un desastre total.

¿Cuáles son, según mi opinión, los argumentos a favor y en contra de una medida del estilo? Empiezo por los argumentos en contra.

En primer lugar, y como ya aludía, salir del euro y reintroducir la dracma es embarcarse en una aventura que no se sabe cómo puede salir. Los conservadores recomiendan: «mejor malo conocido, que bueno por conocer»; los temerarios replican: «quien no arriesga, no gana».

En segundo lugar, reintroducir la dracma implicaría muy probablemente obligar a los acreedores a que «reestructuren» la deuda. La deuda que ha contraído Grecia es impagable. De eso no hay duda. Pero si Grecia volviera a la dracma, la nueva moneda se devaluaría rápidamente, con lo cual el monto de la deuda para los griegos se multiplicaría más aún. En este caso, Grecia le tendría que decirles a sus acreedores como Argentina les dijo a los suyos más de una década atrás: «señores, o aceptan que les paguemos una tercera parte de lo establecido, o lo lamento mucho; otra alternativa no hay, porque estamos en bancarrota.»

En tercer lugar, el riesgo de volver a la dracma es que, con ello, el gobierno podría terminar llevando a cabo una política fiscal irresponsable. De nuevo, aquí Argentina es el ejemplo. No hay cosa más fácil para un gobierno populista que emitir más pesos o dracmas sin respaldo con tal de que queden contentos los votantes. A la corta o a la larga, la situación resultante en Grecia sería el déficit, la inflación, la necesidad de prohibir la compra de monedas extranjeras (todos los griegos empezarían a ahorrar en dólares o en euros, no en dracmas que pierden su valor mes a mes). Lamentablemente, Grecia ha tenido, como Argentina, una seguidilla de gobiernos que, tarde o temprano, se muestran incompetentes y corruptos.

En cuarto lugar, el abandono de la zona euro y la reintroducción de la dracma podrían tener consecuencias desastrosas en todo el mundo. Los mercados financieros son muy susceptibles a cualquier seísmo, y un temblor en Grecia no podría pasar desapercibido. (Entre paréntesis, este posible fenómeno, ya verificado tantas veces en el pasado, habla a las claras de la necesidad de regular el mercado internacional de capitales.)

En quinto lugar, si Grecia volviera a la dracma y, una vez hechas las sumas y las restas, la experiencia fuera positiva, eso sería un claro incentivo para que otros países de la zona euro abandonasen las políticas que vienen implementando y volviesen a sus antiguas monedas. Portugal y España son dos candidatos posibles. (De nuevo, otra acotación entre paréntesis: si esto llegara a ser así, entonces sería claro que la unión monetaria de la UE ha sido un fracaso para los países «marginales». No digo que la unión monetaria hay sido un fracaso rotundo, porque muchas economías se han beneficiado ampliamente, en primer lugar, la alemana.)

En sexto lugar, tengamos presente que Grecia es un país importador y no cuenta con tecnología sofisticada ni petróleo. De manera que, sea en la zona euro o fuera de ella, seguirá necesitando importar insumos para el consumo y para la producción: desde muchísimos medicamentos hasta las maquinarias para la extracción de minerales, sin contar con los automóviles, las computadoras, etc.

Ahora bien, ¿cuáles serían las ventajas de volver a la dracma? Para mí, hay solo una, si bien no es una ventaja menor. La vuelta a la antigua moneda haría mucho más competitivo el país.

Por ejemplo, cada años 18 millones de turistas visitan Grecia. Ese número podría aumentarse si los precios pasaran a ser la mitad o una cuarta parte de lo que hoy son. ¡Cuántos millones más vendrían a Grecia si pudieran disfrutar de la cultura y la naturaleza que ofrece pagando cuanto menos la mitad?

Igualmente, Grecia multiplicaría sus exportaciones de materias primas, provenientes de la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería, si el tipo de cambio la beneficiara, por ejemplo, si la relación dracma-euro llegara a ser 3 a 1.

Igualmente, muchas industrias reabrirían sus puertas o incrementarían su producción con una dracma devaluada. La razón es esta: como sería muy caro comprar productos alemanes o italianos, se fomentaría la industria nacional. (Digámoslo sin más rodeo: el estar en la zona euro pulverizó la poca industria griega que antes había. ¿Quién puede competir con la industria alemana, francesa o italiana? Si Grecia fue siempre un país propenso a la importación y a vivir del consumo interno, los años de la UE no hicieron más que exacerbar esa tendencia.)

De todos modos, la reactivación de la industria nacional es un aspecto relativo y por una razón que ya mencionaba: si para producir las empresas griegas van a necesitar importar tecnología o componentes de otros países, entonces el producto va a terminar encareciéndose.

Este sería también el caso de las empresas de trasporte de pasajeros y de mercaderías, en primer lugar de las empresas navales: si para funcionar, se necesita importar petróleo, pagándolo en euro o en dólares, entonces el precio del transporte aumentaría y el servicio dejaría de ser atractivo.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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