A propósito de la despenalización de la eutanasia en Canadá

Hace unos días, Fernando Rey publicó en El país un comentario a raíz de la decisión de la corte suprema canadiense de despenalizar la eutanasia voluntaria y el suicidio asistido, y de instar al poder legislativo a que regule la práctica mediante una ley nacional. Comparto el enfoque general del autor y veo, al igual que él, la necesidad de introducir una modificación de la ley española de modo que también allí se contemple el derecho a la muerte digna y oportuna.

Aquí me propongo solamente señalar tres aspectos en los que discrepo con el autor.

En primer lugar, el «caso canadiense» no es anómalo. Incluso en Holanda la despenalización de la eutanasia voluntaria y el suicidio asistido precedió a la legalización. No es extraño que una sentencia de la corte suprema sea el factor desencadenante para que luego se dé la reforma legal correspondiente. Países como Suecia, Polonia y Colombia (tres países muy distintos entre sí) han despenalizado la eutanasia voluntaria practicada en pacientes terminales pero no la han legalizado. Por tanto, no considero que haya nada sorprendente o reprobable en la manera como se están dado las cosas en Canadá.

En segundo lugar, Holanda no es un ejemplo del supuesto riesgo que correría una sociedad que legaliza la eutanasia voluntaria. Es lamentable que el autor repita una opinión muy difundida pero infundada. Es cierto que en Holanda hay casos de eutanasia practicada sin el consentimiento del enfermo (lo que constituye, lisa y llanamente, un crimen). Pero es igualmente cierto que ese fenómeno se daba mucho antes de la legalización. No hay un nexo entre «legalización» y «abusos». Por el contrario, desde que se legalizó la eutanasia voluntaria, han disminuido los casos de eutanasia sin el consentimiento en los Países Bajos.

Finalmente, no existe una diferencia significativa entre el suicidio asistido y la eutanasia voluntaria, ni en términos morales, ni en términos prácticos. Una sociedad que está lo suficientemente madura como para introducir el suicidio asistido, lo está también para permitir la eutanasia voluntaria. Si el temor es el «desliz en la pendiente resbalosa», entonces con legalizar solamente el suicidio asistido no se evitan todas las posibles fuentes de abuso. La clave está en regular adecuadamente la práctica eutanásica, tanto el suicidio asistido como la eutanasia voluntaria propiamente dicha. Si para algo sirve la experiencia hecha por países como Holanda, Bélgica y Luxemburgo, es justamente para aprender de sus errores de manera que se puedan crear mecanismos de control más efectivos.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s