Pablo Seguí, amigo y poeta cordobés, dejó un comentario en la entrada anterior, comentario, por cierto, bastante negativo (aunque bienintencionado). Como estas notas son, en el mejor de los casos, excusas para conversar, quisiera retomar un par de cosas que allí se decían con el fin de continuar la charla.
En una cosa estoy de acuerdo con lo que Pablo sugería: que mi descripción del hombre actual o de la sociedad actual como “unidimensional” es pobre. Lo reconozco. A veces me ilusiono pensando que con un par de líneas puedo ofrecer una pintura de un determinado fenómeno, pero luego me doy cuenta de que ni siquiera he hecho un croquis… tal vez, todo lo logrado son solo un par de trazos ininteligibles. Fue osado de mi parte querer caracterizar al hombre contemporáneo como unidimensional en un par de líneas. Admito, por tanto, mi deuda: al menos, una entrada mucho más larga y detallada sobre el tema.
Si se me permite, la idea de fondo era simplemente esta. El hombre, desde su origen, ha sido capaz de establecer con el mundo tipos de relaciones esencialmente distintas a las que establece el animal. Esas relaciones (al fin y al cabo, “originales”) pueden ser de dos clases. La primera es una relación enteramente instrumental o utilitarista con el mundo. Dado un determinado deseo o una determinada necesidad, el hombre utiliza todo su ingenio y su industria para satisfacerlo. Si tiene hambre y quiere comer, utilizará todo su saber y toda su habilidad en dar, del modo más eficiente posible, con el alimento. Mientras que en el animal, lo que quiere y el modo de procurárselo, están limitados, en el hombre no tienen, en principio, límites. El mundo se vuelve, así, un frío conjunto de objetos que se manipulan para lograr el fin deseado.
Sin embargo, desde que el hombre es hombre, se dio también otro tipo de vínculo con el mundo, que, por lo pronto, es un tipo de vínculo no-instrumental. Aquí, la relación con el mundo no es la relación con un mero instrumento o medio para satisfacer una preferencia, sino que, de algún modo, la relación, en sí misma, es el fin, el objetivo. La amistad, el erotismo, el arte, la espiritualidad, la virtud, incluso la política (correctamente entendida), son maneras de relacionarse con la naturaleza o con el otro que poseen valor en sí mismas. El mundo deja de estar sujeto a un cálculo y una manipulación racional.
En este momento no puedo hacer otra cosa que exagerar, magnificar, caricaturizar, esperando que de esa manera se vuelva más claro lo que intento decir. En este sentido, afirmo que el hombre antiguo o no occidental es el hombre capaz de tener una intensa relación estética, erótica, religiosa, con el mundo, y una pobre relación instrumental. El hombre antiguo es, esencialmente, inútil, no logra controlar el mundo, éste se le escapa de las manos cuando lo quiere sujetar…pero, al mismo tiempo, logra tener una intensa relación con él en términos de valores y significados no-instrumentales: estéticos, religiosos, etc. Por el contrario, el hombre contemporáneo tiene una relación eficientísima con el mundo (al menos, en relación a cómo era antes) pero se ha vuelto incapaz de relacionarse plenamente con el mundo y con sí mismo de un modo que no sea instrumental, estratégico, racional. Es por ello que decía que el hombre actual se ha vuelto unidimensional. Que haya artistas en nuestros días y que la gente pueda tener de vez en cuando una experiencia estética no quita el que se pueda afirmar, para repetirlo una vez más, que el tipo de relación del hombre moderno con el mundo es, básicamente, un tipo de relación instrumental, económica.
No sé hasta qué punto lo que digo es acertado, o siquiera atinado. En el mejor de los casos, lo que me interesa es sólo bosquejar un marco de interpretación, nada más. Lo que no me convence de la crítica de Pablo es que debamos concentrarnos solo en el hombre concreto y singular, el amigo, el vecino, el colega. Tal vez para el poeta, los grandes intentos de generalización, los sistemas y las teorías sociales, son sólo estorbos para su quehacer. Si es así, está bien que deje de lado las preocupaciones de la sociología, de la historia y de la filosofía social. Pero para el científico social y el filósofo, las generalizaciones, los intentos de englobar cosas muy distintas en amplios sistemas explicativos o interpretativos, son el centro de su trabajo. Preguntarse qué es la modernidad, y qué distingue esencialmente al hombre moderno de toda otra formación social pasada o presente, son cuestiones genuinas. Uno de los temas claves de la sociología, desde sus primeros días con Comte hasta hoy, es tratar de aclarar qué distingue a nuestra sociedad de todas las restantes.
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Hola, Marcos. Te entendí desde el principio (debe ser que los dos padecemos de la misma enfermedad). Te adjunto un video que me hicieron llegar sobre el modelo educativo moderno que tiene mucho que ver, en mi opinión, con lo que dices.
¡Qué te aproveche!