Bienaventurados los que no tienen fe

¿Qué significa “creer” o “tener fe”? Tengo la impresión de que en el actual debate «ciencia vs. religión» – debate por demás playo – se da por sentada una definición del estilo: creer equivale a aceptar que el contenido de una determinada proposición (por ejemplo, “dios existe” o “la virgen María concibió por obra y gracia del espíritu santo”) sea verdadero aun careciéndose de pruebas o, incluso, en contra de toda evidencia. Si la creencia o la fe fuese solamente eso, estaríamos en presencia de un acto de testarudez o de ceguera, pero nada más. Sin embargo, la fe – por desgracia – es mucho más que un acto de estupidez.

En la antigua China se le vendaban los pies a las niñas recién nacidas para evitar que estos adoptaran la forma y el tamaño que naturalmente habrían tenido. Se consideraba que un pie al que se lo había dejado crecer libremente era algo feo e indigno de una doncella. Hoy, por el contrario, esto nos resulta absurdo, cuando no macabro. Pensamos que el vendaje mutilaba y deformaba el pie de las niñas. Un pie bello y sano es el que crece libremente. El calzado debe proteger las extremidades, no deformarlas. Es escalofriante imaginarse a miles y miles de madres e institutrices chinas vendando una y otra vez los pies de las niñas, sordas al llanto de dolor.

La fe, en realidad, es una especie de vendaje con la que los clérigos y educadores sujetaban la mente de niños y adultos. La enseñanza de los dogmas, la repetición incansable del credo, el machaque de los artículos de fe, no es sino el vendar la inteligencia en función de un ideal que hoy no podemos sino considerar nefasto.

La verdadera religión no necesita de la fe o la creencia, como la verdadera belleza no necesita del corsé. Una mente deformada por la fe, como un pie deformado por el vendaje, puede haber sido funcional a un sistema religioso, político y económico del pasado, pero de seguro este no se aplica a nuestra realidad toda vez que persigue el ideal de una sociedad libre y racional. La fe no es solamente estupidez, es ensañamiento malvado y contraproducente.

¡Qué nefasta es una civilización como la occidental que considera la fe como la principal virtud teologal, como repiten los católicos, o que afirma con Lutero que la fe es lo único que puede salvarnos! Una civilización con semejantes divisas es capaz de cualquier atrocidad. El único consuelo es recordar que “quien a hierro mata, a hierro muere”. Cuanto más se presiona un resorte, tanto más vehementemente reacciona al liberarse. Por eso, el cristianismo, que llevó la creencia y la fe al paroxismo, dio lugar al pensamiento científico y al racionalismo ilustrado. Tanta práctica abyecta de deformar las mentes, terminó sin proponérselo por adiestrarlas. El siervo al final se reveló contra el maestro, porque el trabajo lacerante terminó volviéndolo más fuerte.

Bienaventurados los que no tienen fe, porque la creencia es una forma cruel de automutilación mental.

(En otras entradas de este blog desarrollo mi concepción, que detesto llamar atea, porque parece una definición por una carencia. Prefiero denominar mi concepción «naturalismo sofisticado». )

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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