El pasado 18 de diciembre, Didier Sicard – director de la comisión de bioética encargada de analizar las cuestiones que plantea el “final de la vida” en Francia – le presentó a François Hollande el informe titulado Pensar solidariamente el final de la vida. El presidente francés se propone enviar al parlamento una versión reelaborada del informe a mediados de 2013, con el fin de que se fijen las vías legales para regular la asistencia médica que ayude a terminar la vida con dignidad a aquellos pacientes que lo deseen y necesiten.
Entre otras cosas, el informe incluye dos propuestas:
En primer lugar, permitir la sedación terminal con opiáceos que conducen al coma y la muerte a aquellos pacientes terminales e incurables que expresen la firme voluntad de interrumpir los tratamientos y dejar de vivir.
En segundo lugar, permitir el suicidio asistido a aquellos enfermos incurables que deseen dejar de vivir. Es importante dejar en claro que debe tratarse de personas afectadas por una enfermedad degenerativa e incurable, que se encuentren en estado terminal, y que expresen el deseo de dejar de vivir, ya que continuar viviendo «hasta el final» les resultaría una perspectiva intolerable. En ningún caso se trata de permitir el suicidio asistido a personas depresivas o con problemas psiquiátricos.
El informe Sicard, no obstante, se opone a la legalización de la eutanasia activa no-voluntaria, permitida en países como Holanda y Bélgica. La eutanasia activa no-voluntaria es el acto mediante el cual se causa la muerte a los enfermos terminales sin que estos puedan expresar su consentimiento (en particular, por hallarse en coma irreversible o ser recién nacidos con graves malformaciones).
El informe tampoco contempla la legalización de la eutanasia activa voluntaria.