Marcos de percepción moral

La percepción moral (al igual que otros tipos de percepción, como la científica) se da siguiendo esquemas mentales previos que la estructuran (diría: que la posibilitan y la limitan a la vez). No percibimos cada caso o evento por separado y luego lo clasificamos conscientemente en tal o cual categoría moral sino que la percepción es un acto complejo que nos entrega la “materia prima” ya procesada y empaquetada, por decirlo de algún modo. Durante nuestro desarrollo moral adquirimos marcos de percepción y evaluación que luego guían y hacen posible la acción, y de los que difícilmente somos conscientes. En la literatura especializada se habla de frames.

Una ventaja obvia de contar con tales marcos de percepción y referencia es que facilitan nuestro desempeño cotidiano. Difícilmente podríamos actuar sin tales frames (tanto en ámbito moral como extra-moral). Sin embargo, un problema de tales esquemas es que dejan fuera de su alcance casos que deberían ser incluidos en nuestra percepción moral y, por el contrario, incluyen eventos que, una vez examinados, se revelan moralmente irrelevantes.

Un ejemplo (confieso, algo banal) de cómo operan los frames es el siguiente. Normalmente, consideramos que es el deber de toda persona adulta y sana el levantarse del asiento del colectivo o subterráneo para ofrecérselo a una persona anciana, a un discapacitado o a una embarazada. Del mismo modo, si vemos una madre o un padre con sus hijos pequeños en brazos, sentimos que es nuestro deber dejarle el lugar sin titubeos. Curiosamente, este esquema mental también funciona en casos en que el progenitor entre al vehículo de transporte público llevando el bebé o niño en un cochecito. El problema es que (y lo sé por experiencia propia), cuando uno sube con el chocecito, es mucho más cómodo quedase en el pasillo central, parado muy cerca de la puerta y aferrando con ambas manos el móvil, que sentarse en cualesquiera de los puestos aledaños. Pero la gente sentada alrededor insiste en cederle a uno el asiento, y al final se sienten algo confundidos y hasta dolidos ante la negativa. Tal vez, tras un breve examen de la situación, puedan llegar a entender que ese gentil rechazo de la cortesía no se deba a una especie de timidez o de altanería, sino al simple hecho de la practicidad. (Una vez accedí a los ruegos de un señor por sentarme y terminé obstaculizando con el cochecito toda una mitad del vagón de un subterráneo, aparte de haber viajado yo mismo incómodo.)

Lo que pasa es que nuestros marcos de percepción moral son persistentes. Nos cuesta contrariarlos (aún cuando, luego de un análisis racional, sea la cosa que debamos hacer) y mucho más nos cuesta cambiarlos. Si algo queda dentro del ámbito de un frame, insistiremos en actuar en consecuencia, por irracional que termine siendo; y del mismo modo, si algo queda fuera de su alcance, lo dejaremos seguir su curso de desgracias con una frialdad aterradora.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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