El criterio ético de la unicidad

En ética, hay criterios para decidir qué hacer. Por lo general, la cantidad es el primero de esos criterios. Por ejemplo, si me pregunto qué es mejor, mediante la acción x salvar de las llamas una hectárea de bosque o, mediante esa misma acción, salvar cinco, la respuesta salta a la vista.

De todos modos, la cantidad, de por sí, no es el único criterio. Es mejor salvar de las llamas una obra maestra del pintor P a rescatar cinco de sus bocetos juveniles. Como se ve, la calidad es otro de los criterios.

En realidad, la lista de criterios es amplia. La probabilidad de obtener el resultado deseado es otro factor, y para nada despreciable. A veces es mejor decidirse por salvar una sola hectárea, cuando es harto probable que nuestro empeño se vea coronado con el éxito, a jugárnosla temerariamente por algo ambicioso solo para quedarnos después sin el pan y sin la torta. Igualmente, si podemos proteger del incendio al menos cinco pinturas juveniles del artista P, eso será mejor que intentar en vano rescatar la obra de su vida.

La unicidad de un objeto es otro de los criterios. Algo único o irremplazable nos da un motivo extra para protegerlo y cuidarlo. Por ejemplo, un hacha paleolítica puede ser algo único. Tal vez en su época había cientos de hachas parecidas, incluso mejores, pero el hecho de que haya sobrevivido al paso de los siglos la hace única.

No voy a seguir enumerando los criterios para decidir éticamente, sino tan solo reflexionar sobre este último punto.

Estamos obligados a conservar lo mejor posible la acrópolis de Atenas no solo por la calidad (la belleza) de sus monumentos, sino por su unicidad. Es cierto que hay otras acrópolis en Grecia y en otros países del Mediterráneo, pero la construida por Pericles es única en su género, ¿quién lo duda?.

Por supuesto, este criterio se puede utilizar para promover la defensa de los hombres. Decir que “cada individuo es un mundo” es decir que cada uno de nosotros es único, irrepetible, irremplazable, y, por eso (aunque no solo por eso), digno de protección y cuidado.

Ahora bien, hay un sentido, para nada banal, según el cual todos somos únicos, seres vivos y objetos por igual, desde el ser humano más eximio hasta el más diminuto grano de arena.

A primera vista, parece descabellado sostener que cada granito de arena que forma una playa, que cada célula que compone un cuerpo, que cada hoja que cubre un árbol, son únicos. Pero todo depende del punto de vista desde el que se lo observe. Por supuesto, a fines prácticos, no hay ninguna razón para proteger los granitos de arena. Igualmente, las células cancerosas de un cuerpo podrán ser únicas, pero para nosotros carecen de valor. Y el árbol deja que se caigan sus hojas no bien termina el calor del verano, indiferente a su unicidad.

(Platón estaba tan desconcertado a causa de la unicidad de las cosas y de los seres del mundo terrestre que lo que más le sorprendía es que podamos hablar de parecidos, similitudes e igualdades. Si cada cosa es única y diversa de las restantes, ¿cómo podemos agruparlas en categorías? ¿Qué sentido tiene decir que algo es igual que otra cosa? Pero acá nos metemos en otro problema, el problema de lo múltiple y lo uno, y las soluciones que propusieron los antiguos.)

Lo que conviene retener, en todo caso, es que el criterio de la unicidad no puede aplicarse irrestrictamente. Los miles de hachas que pueda producir una fábrica de herramientas en nuestros días no tienen un valor especial por el solo hecho de que observemos diferencias microscópicas entre ellas. Lo único se vuelve un aspecto relevante cuando intervienen otros aspectos.

En conclusión, la unicidad no es un criterio que podamos usar sin más. La unicidad le da un “plus” a ciertos objetos, seres y acontecimientos, cuando se los considera en función de otros aspectos asimismo atendibles.

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About Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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2 Responses to El criterio ético de la unicidad

  1. Avatar de José Manuel José Manuel dice:

    Interesante artículo para pensar. Concepto más complicado en mi campo donde otros principios tienen mucho más peso pero por ello no hay que desdeñarlo cuando las circunstancias así lo requieran
    Un saludo!

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