Les copio un minirrelato que me resultó sumamente intrigante. El autor es Edmundo Valadés. Aquí va:
MEMORIA
Cuando alguien muere, sus recuerdos y experiencias son concentrados en una colosal computadora, instalada en un planeta invisible. Ahí queda la historia íntima de cada ser humano, para propósitos que no se pueden revelar.
Enfermo de curiosidad, el diablo ronda alrededor de ese planeta.
Así de cortito, así de filoso.
Por lo que tengo entendido, el cuento apareció por primera vez en 1987. En esos años, todavía las PC, las personal computers, no habían invadido los hogares, sobre todo los hogares latinoamericanos. Había, sí, computadoras, las famosas computadoras gigantescas de IBM, por ejemplo, pero estaban destinadas a las grandes empresas, a las instituciones estatales de relevancia, etc. No es raro, entonces, que Valadés hable de una “colosal computadora”.
Lo sorprendente de este minicuento es que, de algún modo, anticipa una realidad que se materializaría unos veinte años después, o sea, la realidad que está terminando de tomar forma ahora (y de manera acelerada): la de la digitalización o virtualización de todo lo que hacemos, recordamos y anhelamos.
Por lo tanto, si hoy Valadés debiera reescribir su relato, tal vez lo empezaría de este modo: “Cuando alguien se muere, sus recuerdos y experiencias ya están concentrados en una colosal computadora”.
Para ser más precisos, ya que sabemos que el almacenamiento no se da en una colosal computadora sino en una red de servidores, llamada nube (que no es difícil asociarla con un “planeta invisible”), podríamos decir que, tras la reescritura, la primera oración se vería así:
“Cuando alguien se muere, sus recuerdos y experiencias ya están concentrados en una colosal red de servidores, que forma una nube invisible”. (Redacción alternativa de la oración final: “que forma una nebulosa invisible”, ya que nebulosa indica también una formación astronómica.)
Paso a la siguiente oración, que también da para hablar. Veamos:
“Ahí queda la historia íntima de cada ser humano […].”
Y creo que tú, lector, como yo, al leerla agregamos mentalmente: “Por ende, de toda la humanidad”. Pero ¿desde cuándo se da este almacenamiento? Eso es algo que no se dice en el cuento. ¿Desde que se inventaros las computadoras? ¿Desde el inicio del mundo? Porque lo que tampoco se dice es quién hace todo eso. ¿Hombres? ¿Extraterrestres? ¿Dios? El uso continuo de oraciones pasivas le permite al autor eludir astutamente esas cuestiones, incrementando así la “tensión” de la primera parte del cuento.
La segunda parte de esta segunda proposición aumenta aún más la intensidad del enigma: “Para propósitos que no se pueden revelar”. ¡Uy! ¿Por qué? ¿Qué plan siniestro hay detrás de todo ello?
El párrafo final del cuento, que en realidad es una frase corta, agrega desconcierto al desconcierto. De golpe, después de tanta tecnología y ciencia ficción, aparece uno de los personajes más antiguos de toda la literatura: el diablo. (Les aclaro que yo creo que el diablo es tan viejo como dios, si no es que es más viejo aún.)
“Enfermo de curiosidad, el diablo ronda alrededor de ese planeta.”
Pero lo curioso y, en parte, gracioso, es que estamos acá no ante un diablo “hecho y derecho”, un diablo “como Dios manda”, sino ante un pobre diablo. ¡Sí! Un diablo que da vueltas y vueltas sin poder dar con la información que tanto desea. Para colmo, el diablo está enfermo (de curiosidad). ¿Será que los hombres, los extraterrestres o Dios, quienesquiera que fuesen los que almacenan los recuerdos humanos, le han logrado cerrar el paso a la computadora? ¿O será que nadie le veda el paso, sino que, como se trata de un diablo poco tecnológico, no puede acceder al sistema?
Lo que tampoco está claro (otra afortunada ambigüedad del cuento) es qué es lo que quiere saber el diablo. ¿El diablo busca tener acceso a nuestros recuerdos almacenados, a todas y cada una de nuestras experiencias? ¿Para qué? ¿Acaso él no podía ya leer las intenciones de los seres humanos cuando estaban en vida, entrometiéndose en la intimidad? ¿O será que lo que pretende saber el diablillo es cuál es ese propósito irrevelable del almacenamiento?
Una observación final: no me olvido de que lo que llevó a la perdición del hombre fue la curiosidad, el querer comer de los frutos del árbol prohibido. Por querer saber lo que no les correspondía, Adán y Eva perdieron el Paraíso. ¿No será que todo este extraño almacenamiento de datos es una forma compleja de crear un nuevo “árbol prohibido”, esta vez para el diablo, una forma de venganza final por la trampa que nos tendió al inicio de los tiempos?