Diario de la pandemia (7 de diciembre de 2021)

Las cifras que arrojaron anoche los voceros del Instituto Nacional de Salud Pública (Εθνικός Οργανισμός Δημόσιας Υγείας) fueron escalofriantes: 116 muertos y 714 intubados. Digo escalofriantes por dos motivos: porque superar la barrera de las cien muertes diarias por COVID es siempre todo un shock y porque al pasarse las setecientas intubaciones los hospitales griegos entran en rojo.

La única cifra relativamente alentadora fue la de los contagios diarios, que se ubicó por debajo de los 5.000 casos. Es verdad que ayer fue lunes y que normalmente al inicio de la semana se registran menos casos que en los restantes días laborales, pero lo bueno es que los guarismos de infecciones diarias no han seguido escalando desde hace un tiempo. De hecho, el tope alcanzado fueron los 8.000 y de allí la curva se ha amesetado.

No quedan dudas de que nos aguarda un invierno difícil, epidemiológicamente hablando. Sin embargo, creo que el Gobierno confía en la eficacia de dos medidas complementarias: la obligatoriedad de la vacunación para los mayores de 60 años y la apertura de la plataforma para la vacunación de niños de 5 a 12 años.

En la entrada anterior ya les había anticipado algo respecto a lo primero. En apretada síntesis, el punto es que a partir del 16 de enero de 2022 –o sea, de acá a unas cinco semanas– la inoculación contra el SARS-CoV-2 va a volverse obligatoria para los mayores de 60. Claro que si alguno de los casi 600.000 mayores no vacunados quiere perseverar en su negativa, podrá hacerlo, pero deberá quedarse encerrado en su casa y pagar una multa de 100 euros al mes. (Mitsotakis dispuso que el monto recaudado vaya a financiar al debilitado sistema nacional de salud.)

Si comparamos esta medida con el proyecto de ley austríaco, nos parecerá bastante más moderada. En efecto, en Austria cuentan con la obligatoriedad de la vacuna para toda la población (por el momento solo se va a exceptuar a los menores) y las multas previstas son más saladas, 600 euros cada tres meses (o sea, el doble que en Grecia).

No se crean que no hay grupos antivacunas en Grecia movilizados contra esta medida y contra todas las anteriores que ya se vienen implementando desde el verano, como la licencia sin goce de sueldo para el personal sanitario reacio al pinchazo. Pero el tema es que la gran mayoría de los griegos ha entendido que no nos queda otra más que vacunarnos para dejar atrás al menos los peores efectos de esta pandemia.

Además, los principales constitucionalistas del país han indicado ya que la medida es compatible con los principios básicos de libertad e integridad individual consagrados en la Constitución helena. Ayer leía, por ejemplo, un artículo de Antonis Manitakis aparecido en Kathimeriní (“Το δικαίωμα στη ζωή μου, και η προστασία της ζωής των άλλων”), en el que defendía la tesis de que, tal como están las cosas, el deber de no dañar a los otros y de proteger la salud pública prevalece sobre la libertad individual.

La otra carta que el Gobierno tiene en la manga es la de la vacunación infantil. Efectivamente, este viernes se abre la plataforma para registrar a los niños mayores de cinco. ¿Qué se espera con esta jugada? Bueno, matar dos pájaros de un solo tiro, esto es, por un lado, proteger la salud de los más pequeños (evitando, sobre todo, que dejen de ser fuente de contagio) y, por otro, alzar el porcentaje de vacunados en todo el país, de modo de ubicarse muy cerca del nivel necesario para obtener la así llamada inmunidad del rebaño.

Por si a alguien le interesa saber: con los niños se va a usar la vacuna de la Pfizer/BioNTech, pero cada dosis va a contener solo una tercera parte de la cantidad administrada a los adolescentes y adultos. El modo de administración va a ser el mismo, intramuscular, y van a ser necesarios los conocidos dos pinchazos para lograr el nivel de inmunización deseado.

Mientras tanto, ayer se confirmaron nuevos casos de la variante ómicron en el país. Aún son un puñado los contagiados con la mutación proveniente del sur de África, pero ¿quién sabe? Lo único tranquilizador es que parece que ómicron no tiene un grado mayor de patogenicidad que delta (subrayo: parece). De todos modos, queda por ver si es tan o más contagiosa que delta, la variante que se ha impuesto en Europa desde hace meses ya varios meses.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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