¿Por qué la Iglesia? (Segunda parte)

En la entrada anterior les anunciaba que el próximo paso consistía en definir qué era la religión. ¡Vaya cuestión la que nos espera hoy! Por lo pronto, propongo distinguir tres ámbitos o esferas de lo que normalmente llamamos religión.

El sociólogo alemán Hans Joas

Por un lado, religión es todo conjunto de creencias, prácticas y preceptos determinados que se refieren a un modo de relacionarse con lo sagrado o lo sacro. Aquí podemos hablar de la religión en general o de las diversas religiones particulares, por ejemplo, el catolicismo, el protestantismo, el hinduismo, el islamismo, etc. En cada una de estas religiones encontramos tales o cuales creencias, se realizan tales o cuales ritos, etc.

Por otro lado, religión es una institución o un conjunto de instituciones sociales en las que se elaboran, se transmiten, se conservan y eventualmente se modifican esas creencias, prácticas y preceptos que mencionábamos. O sea, esas creencias, prácticas y preceptos no existen tan solo a nivel individual, en la interioridad del creyente, sino que hallan su articulación en instituciones precisas con actores sociales específicos: monjes, sacerdotes, etc. Por supuesto, la dimensión institucional puede asumir formas muy distintas entre sí. Mientras que la Iglesia católica es una institución organizada de un modo muy cohesionado y jerárquico, las iglesias ortodoxas y protestantes tienen formas de organización menos centralizadas o, si se quiere, más diversificadas según el territorio. Además, en otras religiones difícilmente podemos hablar de iglesias: el islamismo o el hinduismo no tienen organizaciones semejantes a las iglesias cristianas, aunque sí tienen sus instituciones específicas.

Finalmente, religión es la experiencia que tiene el ser humano de lo sagrado, experiencia que se expresa o se concretiza en creencias, prácticas y preceptos determinados. Así, cuando una persona nos dice que es religiosa, no solamente pensamos en que cree en tal o cual cosa, que pertenece a tal o cual iglesia (o confesión), sino que tiene con frecuencia experiencias de tipo religioso, experiencias que para él o ella son relevantes.

La distinción entre estas tres esferas no es ociosa, sino que va al centro de la cuestión que se plantea Joas, porque alguien nos puede aclarar que, como veníamos diciendo recién, “es una persona muy religiosa”, pero no pertenece ni quiere pertenecer a ninguna religión (a ninguna iglesia).

El punto acá es que las tres esferas son relativamente independientes entre sí, pero no pueden desvincularse del todo una de otras. Por ejemplo, cuando Lutero rompió con la Iglesia católica y propició el gran cisma que inaugura la Edad Moderna, lo hizo porque, en su opinión, el catolicismo había desvirtuado la vivencia religiosa. Así, su protesta dio lugar a una nueva religión, con creencias, prácticas y preceptos diferentes (al menos hasta cierto punto) de los católicos.

Todas estas disquisiciones nos llevan una vez más al título de la obra. Acá Joas no se pregunta si el hombre necesita religión en el tercer sentido que destacamos, porque su respuesta (que ya aparece en sus libros anteriores) es clara: sí, el hombre necesita religión, porque todo ser humano se relaciona con un ámbito que para él es sagrado, no importa si ese ámbito sagrado es el Dios trascendente de los católicos o las fuerzas inmanentes de los animistas.

La gran inquietud de Joas es definir en qué medida necesitamos religión en el segundo sentido señalado y, en cierta medida, en el primero. O sea: ¿no podemos vivir nuestra espiritualidad libremente, sin dogmas y sin iglesias?

Un primer intento de respuesta es el que ya mencioné arriba: como las tres esferas están interrelacionadas, no es posible vivir la religiosidad sin algún tipo de creencia, de práctica, de precepto y, finalmente, de forma institucional. Tarde o temprano, nuestra vivencia espiritual tiene que plasmarse de algún modo y canalizarse en algún tipo de institución, aunque sean nuevos, originales, rupturistas, sectarios, etc.

En la próxima entrada vamos a darle una vuelta de tuerca a estas cuestiones. En primer lugar, es conveniente ahondar un poco más en lo que entendemos por experiencia religiosa en tanto constante antropológica; en segundo, ¿cómo explicar la secularización? ¿No vivimos acaso un proceso social que podríamos llamar de modernización y que nos aleja de la religión o que incluso nos vuelve agnósticos?

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
Esta entrada fue publicada en Antropología, Filosofía de la cultura, Sociología y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario