¿Por qué la Iglesia? (Tercera parte)

La última vez les decía que hoy íbamos a tener que detenernos un poco en la famosa “teoría de la secularización” (en alemán, Säkularisierungstheorie), porque ahí se encuentran aspectos sumamente importantes para entender la religión en general y las tres dimensiones concretas que distinguíamos.

Existen muchas formulaciones de la teoría de la secularización, pero el núcleo de todas ellas puede resumirse de este modo: cuanto más moderna y desarrollada es una sociedad, más seculares se vuelven sus miembros.

Desde ya les digo que Joas es un crítico implacable de esta teoría y uno de sus reparos señala lo que a los lectores atentos ya les habrá llamado la atención: la vaguedad de la tesis. (En las ciencias sociales hay teorías que se mantienen en pie durante décadas en buena medida debido a su vaguedad.)

Joas se pregunta tres cosas. Primero, ¿qué significa que una sociedad sea moderna y desarrollada? Segundo, ¿qué quiere decir que sus miembros van a ser seculares? Tercero, ¿cuál es el vínculo que existe (si es que existe uno) entre la modernización social y su secularización?

Soy consciente de que responder adecuadamente a estas preguntas puede llevarnos horas y horas de discusión. Por eso, voy a ir directamente a lo que dice Joas.

Respecto a la primera cuestión, nuestro autor nos sugiere entender por modernización solo dos aspectos: el grado de desarrollo económico de una sociedad y su nivel concomitante de desarrollo técnico-científico. Así, una sociedad será moderna si es una sociedad económica, tecnológica y científicamente desarrollada. De lo contrario, será una sociedad en vías de desarrollo o en proceso de modernizarse, pero no moderna.

En lo que hace a la segunda cuestión, las cosas no son mucho más sencillas. De hecho, Joas, un incansable estudioso de la cultura occidental, distingue nada menos que siete sentidos diferente del término secularización, algunos de los cuales son sumamente técnicos y no vienen al caso aquí.

Por lo pronto, a Joas le interesa discutir la asociación casi inconsciente que hacen los sociólogos entre la secularización y el desencantamiento (Entzauberung), término este último que viene de uno de los padres de la sociología, Max Weber.

Mientras que Weber toma más o menos acríticamente este concepto (desencantamiento), Joas distingue en él tres dimensiones: el proceso por el cual la magia tiene menos importancia en las sociedades modernas; el proceso por el cual la trascendencia es cada vez más irrelevante en el mundo moderno; finalmente, el proceso por el cual la sacralidad se retira más y más de nuestras existencias en tanto sujetos modernos.

Todo lo que se puede decir, concluye Joas, es que la modernización creciente de nuestras sociedades trae aparejados lo primero y lo segundo, pero no lo tercero, esto es, la pérdida de importancia de lo mágico y lo trascendente, pero no la de lo sagrado.

Por último, en lo que atañe a la tercera cuestión, el mecanismo parece ser ahora más claro: cuanto más se desarrolla económica, tecnológica y científicamente una sociedad, tanto menor será su inclinación al pensamiento mágico y a la creencia en la trascendencia.

(Tal vez un ejemplo rápido, tomado de mi cosecha, podría aclarar las cosas. En una sociedad muy poco desarrollada como la medieval, el bosque estaba lleno de brujas y de espíritus; en una sociedad como la nuestra, el bosque es solo una fuente de materias primas, como la madera: en él no hay brujas ni espíritus, solo recursos económicos que pueden ser explotados.)

¿Cuál es la conclusión a la que quiere llegar nuestro autor? La conclusión es que la mayor modernización de una sociedad no implica una menor religiosidad, sino tan solo una menor adhesión al pensamiento y a la práctica mágicos y un menor apego a la idea de transcendencia. De hecho, Joas insiste en que sociedades muy desarrolladas como los Estados Unidos o Corea del Sur son sociedades muy religiosas, en el sentido de que sus miembros pertenecen a organizaciones religiosas y participan de sus actividades. Es más, una sociedad como la china estaría viviendo, nos dice Joas, un increíble resurgimiento del confucianismo.

De tal suerte, la tesis de que la modernización implica lisa y llanamente el abandono de la religión es algo que se aplica, a lo sumo, a las sociedades europeas (en particular, a Alemania, la República Checa, los Países Bajos, etc.).

Desde el punto de vista antropológico, nos dice Joas, poco importa cuál es el contenido de la creencia: lo importante es que la gente tenga creencias.

Permítanmelo poner de una manera algo chabacana: mientras que todos tenemos nuestro corazoncito religioso, no todos creerán de la misma manera ni en la misma cosa. Los miembros de una sociedad premoderna creerán en espíritus y brujas, en tanto que los ciudadanos modernos podrán pasar de formas de creencias más tradicionales (el cristianismo) a otras más “alternativas” (la new age), pero el punto para Joas es que siempre creerán en algo, siempre percibirán algo como sagrado. Incluso cuando eso sagrado sea algo muy poco “convencional”, como la creencia fervorosa en la nación, en la revolución, en los derechos humanos, en el progreso, etc.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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