Lamentablemente, en los últimos siete días que pasaron desde mi último post la situación en Grecia volvió a agravarse. El número de contagios diarios ya supera ampliamente los dos mil, los muertos por día llegaron hasta cuarenta (o sea, casi duplicándose) y la cantidad de personas hospitalizadas aumentó preocupantemente.
Es cierto que allá por noviembre del año pasado la pandemia estuvo en su peor momento para Grecia, con más de cien muertos diarios y todos los hospitales al borde del colapso. Hoy los tantos no están a ese nivel, pero si uno ve el gráfico con la evolución mensual del coronavirus, ahora estamos ubicados en la segunda curva más alta desde que empezó la pandemia.
Mientras tanto, el gobierno estudia nuevas medidas con el fin de contrarrestar la tendencia, sobre todo para las regiones que están en rojo, como Ática. Por ejemplo, parece que no vamos a poder salir del área de nuestro municipio durante los próximos días o que las salidas para ir al supermercado o la panadería van a ser por un tiempo muy acotado.
Pero yo creo que a la gente todas esas nuevas “amenazas” ni le van ni le vienen. ¿Por qué? Porque parecen como los gritos del pastorcillo mentiroso de la fábula. Permítanme decirles lo que observo: si no hay controles y, eventualmente, sanciones, los ratones salimos de fiesta. Hace meses, repito: meses, que no veo policías de a pie, controlando, que no veo patrulleros, parando los autos para constatar que todos los que circulan tienen el permiso necesario… ¿Resultado? Lo que dice todo griego: αυτό δεν είναι λοκντάουν!, ¡esto no es “lockdown”!. Las calles están repletas de autos, los parques se llenan de jóvenes y no tan jóvenes en grupitos cada vez más numerosos, los negocios empiezan a abrir clandestinamente…
Me pregunto a qué se debe esta suerte de “descontrol”. ¿Será que la policía, en una interna que se me escapa, se le plantó al gobierno y le dijo que no quiere hacer más el rol del malo de la película frente a la ciudadanía? ¿O será simplemente que gobierno y policía ya se han cruzado de brazos y dejan simplemente que la gente haga, porque controlarla más sería contraproducente (contraproducente en el sentido de que la gente “ya no da más”, “no resiste más la asfixia”)?
Ahora bien, si lo cierto es esto último, no me cabe más que decir: el hilo se corta por lo más delgado. Porque el gobierno no controla a la gente que circula casi libremente “para que no se deprima más”, “para que no estalle”, etc., pero, por otro lado, mantiene cerrado los colegios y buena parte de la actividad económica. Y es eso mismo lo que produce una sensación de injusticia: ¿por qué no controlamos la manada de gente que camina por las calles, que toma un café en las esquinas, ya sin siquiera esconderse, o que se sienta en grupitos en los parques, alegando que “ya no es posible apretar más a estos pobres diablos”, mientras el dueño de una taberna debe quedarse encerrado en su casa desesperado, porque ve que su negocio hace meses que permanece cerrado? ¿O por qué debemos seguir manteniendo los colegios vacíos, mientras todos vemos que los chicos empiezan a juntarse en las plazas? ¿No es injusto que unos pocos deban pagar el pato?
¿O será que la idea de fondo es esta: cerremos los ojos porque nadie sabe bien cómo es la cosa, sigamos así como estamos, para bien o para mal, aguantemos un poco más, ¡paciencia!, mientras esperamos que llegue la primavera al país y se hayan vacunado los grupos de riesgo y todo el sector de los vulnerables?
Tal vez sea así, porque en estos días Grecia está llegando al millón de vacunados. Si la vacunación sigue a este ritmo, es seguro que para mayo se van a haber vacunado con al menos una dosis entre dos y tres millones de personas, con lo cual la franja “problemática” ya estaría más o menos cubierta. Y todos confiamos en que el verano va a traer un alivio, como el año pasado.
Joe Biden prometió que para mayo toda la población adulta de los EE.UU. iba a estar vacunada, sobre todo ahora que allí se aprobó el uso de la vacuna de la Johnson. Aquí no se escuchan semejantes promesas y, como creo, todos van a estar contentos si para la Pascua el número de inoculados va a rondar los más de dos millones…