Aquí va mi aggiornamento semanal sobre la situación en Grecia.
Lo primero que tengo para decir es que, en general, las aguas siguen increíblemente calmas. Mientras que en otras naciones europeas la cosa está al rojo vivo –pienso en Alemania, que está pensando en volver a cerrar los aeropuertos internacionales, pienso en el Reino Unido, que superó la barrera de los 100.000 muertos–, el territorio griego continúa pintado de verde. Tal vez lo único destacable sean algunas manchas amarillas que han aparecido sobre el manto verde desde anteayer, sobre todo en Ática, debido a un salto del número de contagios. De golpe pasamos a tener ochocientos contagios confirmados al día, o sea, prácticamente el doble. Sin embargo, tanto el número de muertos diarios como el total de intubados continúa siendo relativamente bajo.
¿Cómo hay que interpretar esas manchas amarillas que ahora afean el fondo verde? ¿Se trata de un fenómeno aislado y pasajero? ¿O son más bien el primer anuncio de un recrudecimiento de la pandemia?
El clima que reina Atenas es de bastante relajamiento. Las calles volvieron a tener el ajetreo de años anteriores, y solo a la noche se vacían, debido a que sigue vigente la prohibición de circulación hasta las 5 de la mañana. Los peatones también circulan libremente. Es cierto que todavía hay que enviar un SMS al 13033 antes de salir de casa, especificando el tipo de salida prevista (por ejemplo, digitando un 2 para ir al supermercado o un 6 para ir a caminar), pero uno puede mandar tantos mensajes como salidas quiera hacer. Si bien ya se me ha hecho carne esto de ponerme la mascarilla y enviar el mensaje del celular cada vez que me propongo traspasar el umbral de casa, nunca me han controlado. Lo único que puedo decir es que, como los negocios siguen abiertos y la gente puede salir cuantas veces quiera, empezó a haber aglomeraciones en las calles peatonales del centro y en las bocas de los subterráneos; y, por tanto, allí empezaron a controlar un poco más. De hecho, los otros días vi un grupito de policías merodeando la zona de Mégaro Musikís.
Los que siguen cerrados son los bares y los restaurantes de todo tipo. Días pasados daba una vuelta por Kolonaki, el barrio pudiente que está justo antes de bajar al centro, y me llamó la atención la cantidad de locales en remodelación. ¿A qué se deben tantas obras? Por un lado, me parece obvio que si el dueño de un local tenía planeado hacer modificaciones, las haga ahora, y no cuando lo habiliten para volver a abrir. Por otro, creo que se debe a todos los incentivos y subsidios económicos que se han dado en Grecia. Tal vez entonces los dueños de esos lugares no tenían previsto hacer ningún cambio en las instalaciones, pero las mejoras se volvieron una excusa para hacerse de algún dinero.
La campaña de vacunación sigue su curso, con la lentitud y las dificultades que se ven en otros países europeos. Al respecto, se me ocurre señalar un par de cosas. En primer lugar, muchos médicos y enfermeros del sector público ya han recibido la segunda dosis de la vacuna (la de la Pfizer, que es la única que circula por el momento por acá). Los otros días hablaba con un gastroenterólogo que trabaja en una clínica privada y me decía que a él ya le han dado turno para la vacuna; así que ahora se va a ir sumando el grupo de los médicos y enfermeros del sector privado. En segundo lugar, se sigue vacunando a los mayores de 80 años. Para que no se desperdicie nada, en caso de que sobren algunas dosis se convoca inmediatamente al personal policial o militar hasta cubrir la disponibilidad del día.