El marxismo, hoy

La otra vez alguien me preguntaba si era marxista. “¿Marxista, yo?”, me pregunté para mis adentros. Pero, ante todo, ¡qué raro suena la pregunta!

En todo caso, la cuestión más interesante es saber si en la teoría marxista hay elementos relevantes para pensar la sociedad de nuestros días y cuáles serían tales elementos.

Lo que pasa es que hablar de marxismo a secas es como hablar de una doctrina ya vetusta. Por eso, mejor sería hablar de enfoques postmarxistas o del postmarxismo (si hay un sistema unificado de todos los desarrollos posteriores al marxismo o basados en los escritos de Marx).

Por ejemplo, para mi tesis de licenciatura me dediqué a estudiar a Norbert Elias, un autor que puede ser visto como un postmarxista o, al menos, como un teórico que propuso una teoría que en parte corrige o amplía la visión ortodoxa de Marx en lo que respecta a la estructura de la sociedad y la dinámica histórica.

El marxismo fue leído y estudiado como se aprende una doctrina religiosa. Los marxistas tenían un celo muy similar al de muchos fanáticos religiosos. Unos y otros terminan simplificando los hechos, negando las prueban en contra, acallando las críticas y despreciando la tibieza.

Nada más lejos de la actitud que trato de cultivar hoy: la apertura a nuevas ideas, la búsqueda sistemática de contraejemplos que me hagan abandonar los caminos que creía definitivos, la promoción de la crítica y la valoración de la mesura.

Hay otro sentido en el que no soy marxista ni podría serlo: considero que todos los experimentos sociales de gran escala que se llevaron en nombre del marxismo han fracasado o, al menos, no constituyen modelos para nadie. Nunca fui un admirador de Cuba, ni tuve nostalgia por la implosión de la Unión Soviética, ni elogié el modelo chino (que, dicho sea de paso, de marxista no tiene prácticamente nada).

Claro que con eso no quiero decir que me cuente entre los del bando opuesto. Creo que debemos empeñar iguales o mayores energías en criticar el modelo capitalista, productivista y consumista actual. Es, lisa y llanamente, una vergüenza el que siga habiendo dos mil millones de personas viviendo en condiciones infrahumanas, cuando aumenta el número de millonarios y billonarios. Todos los informes, no solamente de organizaciones como Oxfam sino incluso de institutos como el banco Credit Suisse, muestran unánimemente que la riqueza continúa aumentando y concentrándose en pocas manos.

Por otro lado, el crecimiento económico tiene una consecuencia directa y nefasta: la degradación del ambiente y la destrucción de la naturaleza. No todo crecimiento es bueno, el crecimiento de un tumor maligno no es una buena noticia para el paciente oncológico. El crecimiento económico no es bueno siempre ni para todos.

Me siento incómodo tanto dentro del marxismo como dentro del liberalismo económico, y critico por igual el comunismo y el capitalismo.

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About Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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