Por qué la Iglesia (primera parte)

En esta y las siguientes entradas quisiera discutir uno de los últimos libros del sociólogo alemán Hans Joas: Por qué la iglesia. El ideal cristiano y sus formas sociales (editorial Sal Terrae, 2023).

Aclaro desde el vamos que el título en alemán es mucho más inquietante. Traducido literalmente sería: ¿Por qué la Iglesia? Automejoramiento o comunidad de fe. (En el original: Warum Kirche? Selbstoptimierung oder Glaubensgemeinschaft.)

Seguramente, la versión del traductor es más bella que la traslación literal, pero no le es tan fiel. Veamos.

Por lo pronto, al título le faltan los signos de interrogación. Eso no es algo menor desde el momento en que el autor sostiene que no es una obviedad el que haya surgido la Iglesia hace casi dos mil años atrás ni que tampoco podemos dar alegremente por descontado el que siga existiendo en el presente y en el futuro próximo.

Desde un punto de vista teológico se podrán decir muchas cosas sobre la Iglesia, pero para el sociólogo la Iglesia es una institución social que tienen un origen, una estructura y una evolución determinados. Quizá podríamos sostener que incluso la Iglesia hubiese podido no surgir en absoluto, o hubiese podido surgir pero bajo otra forma, y, por cierto, que su desarrollo pudiese haber sido muy distinto al que nos presenta el historiador.

Pero la pregunta por el porqué alude a otra pregunta, a la pregunta por el para qué, y esto aparece en la disyuntiva que plantea el subtítulo.

Alguien –agnóstico o creyente– puede razonar de esta manera: no importa cómo haya surgido y evolucionado la Iglesia desde sus inicios hasta nuestros días, la pregunta acuciante es saber si necesitamos Iglesia (o iglesias, en plural).

Joas es plenamente consciente de ese desplazamiento posible del significado de la pregunta, y por eso dedica algunos de los ensayos contenidos en el libro a este punto.

En alemán, el subtítulo es una disyunción: o lo uno o lo otro. Adelanto desde ya que para Joas –intelectual profundamente católico– lo primero, el auto-mejoramiento, la Selbstoptimierung, no puede desempeñar un papel preponderante en la comprensión de la Iglesia. No es que no haya ventajas “utilitaristas” en ir a la Iglesia, en ser religioso y en el que haya Iglesia en la sociedad; el punto es que esos beneficios individuales y sociales no pueden dar cuenta del fenómeno que nos ocupa, la existencia y permanencia de la Iglesia.

Por ejemplo, alguien puede decirnos que va a misa porque eso lo hace sentirse mejor. Otra persona puede mencionar los estudios que muestran que los creyentes viven más años que los no creyentes. Finalmente, alguno sostendrá que una sociedad con Iglesia es más estable que una sociedad atea.

Las tres aseveraciones que mencioné son discutibles, pero incluso cuando se revelen verdaderas, las utilidades individuales y sociales no van a terminar explicando el fenómeno Iglesia.

Por tanto, para Joas el paso decisivo hacia la comprensión de la Iglesia está en el segundo término de la disyuntiva, el de ser una comunidad de creyentes (o comunidad basada en la fe, Glaubensgemeinschaft). Solo si adoptamos un punto de vista comunitario va a tener plenamente sentido hablar de Iglesia.

El otro aspecto que quisiera mencionar hoy, y que de algún modo se desprende del título mismo, es que la pregunta por la existencia de la Iglesia se plantea en una de sus fases históricas más álgidas. Claro que no tenemos que ser tan cortos de vista como para ignorar que la Iglesia pasó momentos sumamente críticos. De todos modos, en las últimas décadas las cosas no van tan bien para la Iglesia, y aquí quisiera destacar tres razones.

En primer lugar, porque la Iglesia parece estar desmoronándose sola, implosionando. Cada vez hay menos feligreses –y los pocos que quedan son cada vez menos devotos–, las nuevas vocaciones se cuentan con los dedos de las manos, los templos deben clausurarse por falta de uso, y un largo etcétera. La sociedad parece ya no necesitar más de la Iglesia.

En segundo lugar, porque la Iglesia ha perdido la centralidad que antaño tenía tanto dentro de los países occidentales como en el contexto internacional. Demás está aclarar que dentro de nuestras sociedades la Iglesia sigue desempañando un papel, pero un papel mucho menos importante que el que tuvo en los siglos pasados. Igualmente, la Iglesia tampoco tiene el protagonismo de antes en el concierto de las naciones. China, India y los países árabes tienen hoy un enorme poder económico y político, y ninguno de ellos son países cristianos.

En tercer lugar, porque la Iglesia ha perdido en buena parte lo que era su carta más alta, el prestigio moral. ¿Quién puede sentirse representado hoy por la Iglesia cuando salen constantemente a la luz escándalos de todo tipo, desde el abuso sexual a menores hasta la malversación de fondos? ¿Con qué cara puede mirar la Iglesia a los ojos de los restantes actores sociales cuando perdió lastimeramente lo más sólido que tenía (o que decía que tenía), su integridad moral?

En la próxima entrada, siguiendo el recorrido de Joas, dejaré la coyuntura actual de la Iglesia y abordaré la pregunta de por qué existe la Iglesia, lo que implica interrogarse también por qué los seres humanos son religiosos.

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About Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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