Problemas ambientales (segunda parte)

En la entrada de ayer hice un listado con algunas de las cuestiones medioambientales más acuciantes. Comencé por el que considero el problema número uno, el del calentamiento global de la atmósfera, para pasar luego a la contaminación ambiental, a la perforación de la capa de ozono, a la acumulación de residuos plásticos en tierra y mar, hasta llegar al envenenamiento del suelo a causa del uso de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes.

Hoy quisiera terminar de bosquejar este cuadro horripilante de la degradación ambiental causada por nuestra especie en todo el planeta Tierra en prácticamente solo el último siglo y medio.

Sin duda, la pérdida de la biodiversidad es otra de las grandes cuestiones que no pueden faltar en este bosquejo. Con un ritmo vertiginoso, nuestra acción degradante sobre el medio lleva al borde de la extinción a más y más especies animales y vegetales, cuando no a su desaparición completa y definitiva.

Si bien la palabra diversidad está en boca de todos, lo cierto es que nuestro mundo es, biológicamente hablando, mucho menos diverso (más pobre) que el de nuestros bisabuelos y tatarabuelos.

Otra de las grandes cuestiones es la reducción progresiva de las áreas silvestres. Cada año que pasa se reduce increíble y alarmantemente la superficie terrestre no utilizada o modificada por el hombre para sus siempre crecientes necesidades habitacionales, comerciales, productivas y recreativas. Las zonas vírgenes que han sido declaradas reservas naturales o que aún se han salvado de la avidez humana por poseerlo y explorarlo todo se reducen actualmente a un par de manchas verdes en los mapas de casi todos los países del mundo.

Por supuesto, la intervención muchas veces ciega o cortoplacista del ser humano sobre el curso de la naturaleza no siempre implica la desaparición de especies o la reducción más o menos drástica del número de los individuos que las componen. También se da el efecto contrario: el aumento, igualmente desproporcionado, de los miembros de ciertas especies o el surgimiento de algunas nuevas especies (por lo general, dañinas para el hombre y los animales).

El ejemplo más a mano es el del SARS-CoV-2, un virus que, por lo que presumimos, ya existía en algunos murciélagos de ciertas zonas rurales de China pero que, a causa del desmedido apetito de estos nuevos ricos orientales, llegó a los mercados y se diseminó seguidamente en todo el mundo, adquiriendo incluso formas insospechadas, las famosas variantes y subvariantes del virus, que hemos aprendido a reconocer en los últimos años. (Dejo de lado la hipótesis de la fuga del virus de, por ejemplo, el Instituto de Virología de Wuhan.)

Otro ejemplo es el del crecimiento inusitado del número de los animales domésticos. Se ha vuelto “natural” que toda familia tenga, además de uno o dos autos y un par de motos, una o dos mascotas. ¡Nunca en la Tierra había habido tantos animales domésticos y tan pocos animales salvajes!

El último ejemplo es el de los microorganismos ultrarresistentes. El abuso que hace la ganadería industrial de antibióticos, abuso que solo se explica por la avidez de producir enormes cantidades de carne a precio bajo, ha hecho que cada vez surjan más microorganismos peligrosos y sumamente resistentes. Esto genera un círculo vicioso: como, por ejemplo, las bacterias que surgen ahora son extremadamente resistentes, se utilizan masivamente antimicrobianos más efectivos, lo cual da lugar a nuevas mutaciones que hacen más resistes aún a las próximas generaciones de bacterias.

Según un artículo aparecido en The Lancet, cada año mueren en el mundo unos cinco millones de personas por esta causa. (“Global burden of bacterial antimicrobial resistance in 2019: a systematic analysis”, publicado en enero de 2022.)

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About Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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