El curso de la pandemia en cada país seguramente va dibujando curvas más o menos predecibles. Es así como se van trazando los modelos matemáticos con sus picos y sus valles, pero sobre todo con sus largas mesetas e igualmente largas laderas. En cambio, los modelos psicológicos que nos hacemos nosotros, los ciudadanos de a pie, son bastante distintos, porque sin duda nuestras representaciones mentales están influidas por emociones de todo tipo. Por ejemplo, nos alarmamos cuando (aún) no hay razón para ello o, por el contrario, damos por terminado un peligro cuando el enemigo todavía está al acecho.
Escribo este párrafo introductorio para explicarme por qué me parece como si hubiesen transcurrido meses de la última vez que hablaba de “situación crítica” acá en Grecia, con números altísimos y preocupantes en todos los frentes. Es como si todo eso fuese ya parte de un pasado lejano y enterrado. Al menos, en nuestros modelos mentales.
Pero vamos por partes. En primer lugar, el fin de semana pasado fue la Pascua ortodoxa: un fin de semana largo que para muchos se extendió desde el Jueves Santo hasta anteayer martes, ya que el feriado del Día del Trabajador que caía sábado se pasó en Grecia a después del Lunes de Pascua (día también tradicionalmente feriado).
A diferencia del año pasado, esta vez se permitió que los fieles fueran a las celebraciones religiosas mientras se respetaran las normas del protocolo sanitario. Muchas capillas pequeñas optaron por celebrar los ritos pascuales fuera del templo, para facilitar las cosas. Además, como todavía rige el toque de queda sanitario a la noche, la tradicional misa del Sábado de Gloria se celebró horas antes, por eso los griegos se desearon “Felices Pascuas” (Χριστός Ανέστη!) el sábado a partir de las nueve de la noche y no de medianoche, algo tal vez que no ocurría desde hace siglos.
Otra particularidad de estas pascuas es que estuvo prohibido el desplazamiento más allá de la propia región. Así, por ejemplo, muchos atenienses que normalmente se iban a pasar el fin de semana en los lejanos pueblos de los que son oriundos se quedaron en Ática (en Atenas misma o en cualquiera de las localidades de fin de semana que hay hacia el sur y el este).
La prohibición de salir de la propia región mayormente se respetó pero conozco algunos casos de familias que desafiaron la veda y, para su sorpresa (y la mía) no se toparon con los controles policiales en las rutas.
Yo estuve pasando la Pascua con mi familia en una localidad de la costa, a una horita de Atenas, y durante todos esos días tuve la sensación de que para la gente la pandemia ya no existía: las playas estaban llenas y nadie se preocupaba por mantener la distancia mínima entre familia y familia, las barritas de amigos de divertían como años antes, la gente circulaba sin mascarilla por las calles y las cenas y almuerzos pascuales estuvieron de lo más concurrido.
Claro que ayudó el tiempo: no hizo mucho calor, pero la temperatura fue siempre agradable y eso hizo posible que la gente pasara muchas horas al aire libre.
A todo este clima festivo y de relajamiento se sumó el hecho de que desde el lunes volvieron a abrir los bares, las tabernas y los restaurantes, mientras cuenten con espacios externos para las mesas (veredas, patios, terrazas, etc.). De este modo, los griegos reconquistaron dos de las salidas preferidas: ir a tomarse un café y comer afuera.
Lo que queda es la reapertura de las escuelas y de los centros de actividades culturales y educativas, además de los cines, los teatros, salas de concierto y demás espacios “masivos” de recreación.
Si bien todavía no me llamaron de la escuela a la que van mis hijas, doy por descontado que este lunes las chicas van a volver a clase. Por eso ayer pasamos por la farmacia del barrio y retiramos los dos kits para el self test rápido que distribuye el gobierno para los alumnos. De hecho, el domingo a última hora o el lunes temprano las chicas van a tener que hacerse el test para poder así entrar luego a la escuela. (Hay que declarar el resultado del test en una plataforma oficial e imprimir la declaración para mostrarla en portería. Esta modalidad ya estuvo funcionando las semanas pasadas para los chicos de los últimos cursos de la secundaria.)
Todo ayuda: los self tests, el calor de la primavera, las ganas de la gente de retomar la vida normal…, pero lo decisivo, lo que va a permitir poner de rodillas al virus, es la vacunación masiva. Y en este sentido tengo que admitir que las cosas en Grecia marchan relativamente bien, no como sería deseable, pero sin duda mucho mejor que en otros países, por ejemplo, en Argentina (¡Ay, Patria mía!). Sobre un total de 11 millones de personas, ya se vacunaron 4 millones de griegos (si bien muchos de ellos con sólo una dosis por el momento). De entre mis familiares y amigos, dos se vacunaron este fin de semana (los centros de vacunación sólo cerraron el Domingo de Pascua): una parienta y una amiga, ambas cuarentonas, se pusieron la vacuna de AstraZeneca.
En los próximos días va a estar a disposición la vacuna de Johnson, la que requiere solo una dosis y puede conservarse en una heladera común y corriente. De este modo, van a ser cuatro las vacunas que se administren en lo sucesivo en Grecia: la de Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Johnson.
El objetivo del gobierno sigue siendo el de vacunar 5 millones de personas antes de junio. No está mal, aunque, por lo que leo y escucho de países como Israel e Inglaterra, los beneficios de la vacunación masiva solo empiezan a ser tangibles cuando se ha inoculado a más de 70 % de la población.
Empecé hablando de nuestros modelos mentales de la pandemia, que ahora son tan halagadores. Cierro con dos palabras acerca de los otros modelos, los matemáticos. Acá la cosa no marcha tan bien. Los contagios han bajado sin duda, de los 4.000 casos diarios que teníamos las semanas pasadas descendimos a 2.000 (hablo de ayer miércoles, por ejemplo). Los intubados pasaron de unos 850 a unos 750 en el mismo período, lo que significa que la ocupación de las camas críticas sigue alta, pero se delinea una tendencia a la baja. Pero los muertos por día siguen siendo muchos: ayer fueron casi cien.
