Me es imposible no hablar hoy de la crisis griega, el tema inevitable después de saludar con un «hola, qué tal» a un vecino, a un amigo, a un pariente. Pasan los días y se renuevan los ultimátums. La situación empeora cada vez más, pero aún no llegó el día del Juicio Final. La gente está con la cara larga, amargada, pero sigue tomando las cosas con calma. Va puntualmente al cajero automático, retira los 50 euros que le da ese día, hace las compras, va al trabajo, y sigue tirando, con la esperanza de que la cuestión se resuelva, así, como por arte de magia.
Me pregunto hasta qué punto no fue un error, un grandísimo error, el haber incluido a Grecia en la Unión Europea. Por favor, qué no se me malinterprete. No quiero decir que todos los problemas de la economía griega tengan su origen en el euro, ni tampoco que la solución de todos los problemas de este país estén en la vuelta a la dracma. De lo que sí estoy seguro es que es hora de reflexionar seriamente sobre el sentido de proyectos monetarios y económicos como la Unión Europea. Y esto lo digo como «europeísta», como un argentino que siempre vio con buenos ojos a una Europa unida.
Si se me permite, una de las lecciones que hay que sacar de la crisis griega es esta: en el futuro, toda unión monetaria y comercial debe realizarse solamente entre países de una talla económica y una cultura política similares. Me explico: Si la unión monetaria y comercial incluyera solo a países como Alemania y Francia, y a lo sumo Italia, funcionaría de maravilla. El euro sería probablemente la moneda más fuerte del mundo y todos los miembros de ese club se beneficiarían por igual. Pero, ¿qué hace un país como Grecia o como Portugal, o incluso como España, en la zona euro? ¿No se dieron cuenta los gobiernos europeos, allá por 2001, mientras iban imprimiendo los nuevos billetes, que una década más tarde la empresa común se volvería insostenible? ¿Nadie lo previó a eso? ¿Por qué no? ¿Era tal el entusiasmo por el nuevo proyecto, tan grandes eran las expectativas, el «no te preocupes, todo se va a resolver sobre la marcha»? ¿O fue simplemente ceguera, falta de cálculo, obcecación?
Atención, que hablo de unión monetaria y comercial , y no de unión política y mucho menos de unión cultural. Que los europeos hayan creado vínculos políticos y culturales entre ellos, es algo para celebrarlo… especialmente cuando se tiene presente qué fue de Europa en la primera mitad del siglo XX.
¿Alguien se acuerda de la frase «Greek statistics»? Me refiero a las famosas estadísticas falseadas por los funcionarios griegos mientras los restantes funcionarios europeos hacían la vista gorda, de modo que Grecia pudiera entrar en el euro. Y de nuevo me pregunto, ¿nadie se daba cuenta de que forzando las cosas no se llegaría a ningún lado? Si Grecia ya entonces no cumplía con los requisitos para adoptar el euro, ¿por qué se le permitió entrar… o se la empujó para que entrara?
Ya sé lo que algunos de mis amigos liberales estarán pensando, que en realidad el problema de Grecia viene de otro lado. Si Grecia fuese un país competitivo, si Grecia contara con una administración moderna y eficiente, si la justicia griega funcionara como se debe, si la corrupción no estuviera por las nubes, si el sector público griego no fuese tan abultado, si, si, si, entonces las cosas no habrían llegado nunca a este punto.
Yo creo que todas esas cosas son ciertas, pero creo también que a Grecia no le convenía entrar en la Unión Europea tal como ha sido diseñada y menos en la zona euro. Es cierto que con la entrada a la Unión Europea el país se benefició muchísimo. ¡Qué prestigio decir que se es miembro del club europeo! ¡Y cuánto dinero entró en Hellas en forma de subsidios, proyectos, ayudas, etc., etc.! Pero, me digo, ¿para qué le sirvió todo eso, al fin y al cabo, a la sociedad griega? Mi opinión es que todo ese dinero que entró sólo sirvió para aumentar estrepitosamente el consumo interno. En 2008, con la crisis financiera, todos los capitales se fugaron de un día para otro. Grecia vivió años de ensueño, 2004, 2005, 2006… gozando de inversiones directas que no le dejaron nada y que se marcharon tras el desplome de Lehman Brothers. En el ínterin, muchas industrias griegas cerraron, porque, estando en la Unión Europea, ¿quién le puede hacer frente a la industria alemana, francesa o italiana? Hasta 2008 convenía enviar dinero a los socios griegos, así consumían, llevaban una buena vida, y compraban los productos importados de Alemania, Italia, Inglaterra.
Países como Grecia deben tener una moneda propia y una economía, no digo cerrada, pero sí medianamente protegida. Y esto no lo sostengo por nacionalista, sino porque el famoso discurso de las ventajas de la globalización y la necesidad de abrir la economía se aplica exclusivamente en algunos casos. Las recetas para Alemania no se pueden aplicar en Grecia. Lo que vale para un país como Luxemburgo no cuenta en Portugal.
Es probable que si Grecia no hubiera entrado en la Unión Europea, no estaría libre de problemas, de grandes problemas. Por lo pronto, sin la disciplina que le impuso el estar en la moneda única, Grecia padecería los males que todos los argentinos conocemos: inflación, déficit, endeudamiento permanente. Pero esos son problemas que los griegos mismos deben resolver. Si Juancito no sabe comportarse bien a solas, es inútil que su padre le ponga un tutor que lo controle día y noche.
Si hoy, 9 de julio de 2015, alguien me pregunta cuál es para mí la solución de la crisis griega, diría: que salga de la zona euro, esto es, que vuelva a la dracma y que negocie un estatus particular con la Unión Europea, algo así como el estatus de «amigo del club, sin ser uno de sus miembros». Soy consciente de toda la gravedad de lo que puede seguir a la decisión de irse de la zona euro, pero Grecia tiene que empezar de nuevo, con una moneda competitiva, con una economía relativamente protegida y con una deuda bien reestructurada. Ojalá no sea un partido de incompetentes como Syriza quien lleve a cabo la transición; Grecia tiene gente capaz y honrada para tomar las riendas. Mientras tanto, la Unión Europea deberá reflexionar sobre el error que cometió forzando a entrar o dejando que entraran países como Grecia, Portugal y España…