Freud, Elias y Joas sobre la religión (¿Por qué la Iglesia?, quinta parte)

Algunos pensadores como Sigmund Freud y Norbert Elias afirman que la religión es el esfuerzo por controlar lo que, esencialmente, está más allá del control humano. De esta manera, la religión se vuelve una forma de autoengaño: no me permite controlar lo incontrolable, pero me da la sensación o la apariencia de estar haciéndolo. Para ambos autores, la actitud adecuada es la contraria, la de rechazar la religión de cuajo en tanto mecanismo psicológico arcaico y deleznable, y aceptar plenamente la realidad humana, con todas sus limitaciones por dura que fuera.

El ser humano es una especie sumamente extraña, nos dicen Freud y Elias; ha logrado controlar la naturaleza en un grado inusitado, ha creado mecanismos de control para controlarse cada uno a sí mismo y cada uno a los demás. Nunca en la historia evolutiva un organismo había logrado un nivel de control y autocontrol semejante. Claro que el instinto es un medio de control importante, pero es muy imperfecto. En cambio, el hombre moderno dispone de la ciencia, de la tecnología, de la economía, de las instituciones democráticas y de la terapia psicoanalítica: así, nunca el control fue tan grande y preciso como hasta ahora.

Y, sin embargo, basta echar una rápida mirada a los más terribles acontecimientos del siglo XX para darnos cuenta de que nuestros controles son muy imperfectos: ni hemos sometido a la naturaleza totalmente ni nos podemos dominar adecuadamente a nosotros mismos (individual y colectivamente).

¿Qué hacer, entonces? Nada nuevo, insisten Freud y Elias. Seguir ejerciendo el control en todas las áreas en que nos sea posible y, respecto de lo que queda más allá de nuestro alcance, aprender a adoptar una actitud estoica: aceptar nuestros límites sin ilusiones ni edulcorantes. Tal es la actitud auténtica y consecuente del sabio moderno.

Joas no comparte este punto de vista. Para él, la religión nos brinda la posibilidad de reelaborar y de darle sentido a nuestra experiencia de la limitación, de la fugacidad, de la vulnerabilidad, etc. Como católico, sostiene que la creencia en Cristo es una fuente de sentido y de consuelo. Hacia el final del capítulo 4 del libro que estamos comentando escribe:

“La creencia me permite darle la palabra a mi experiencia de la angustia y tener una y otra vez la vivencia de ser presa del amor divino.”

Si bien en este texto Joas no aborda directamente las teorías de Freud y Elias, lo que les podría recriminar a estos autores es el cerrarse a lo divino. Les podría reprochar no solamente la visión pedestre de la religión que tienen, como si fuese simplemente un intento por controlar lo incontrolable, sino, sobre todo, el no ver la experiencia del límite, de la fragilidad y de la contingencia como una ventana para acceder al ámbito de lo sagrado.

Claro que así llegamos, en mi opinión, al límite del diálogo. Freud y Elias bien pueden sostener que lo que hace Joas no es más que llenar con vino nuevo los odres viejos, esto es, no es más que presentar de una manera más sutil y alambicada el tradicional punto de vista religioso, por más que el sociólogo bávaro los tilde de indiferentes o poco propensos explorar más allá de sí mismos.

De todos modos, hay un aspecto de la tesis de Freud y Elias que Joas habría debido considerar en su libro y es la siguiente. ¿Por qué no explicar la incredulidad de la Europa de los últimos cincuenta o sesenta años –incredulidad que está lejos de ser total, pero que va en continuo aumento– en función del estado de bienestar y de la presencia del Estado democrático que existe en el Viejo Mundo? ¿No se ve claramente aquí que es en parte acertado lo que dicen Freud y Elias, que cuanto más se controle por medio de la ciencia, la tecnología, la institucionalidad y la terapia los distintos ámbitos de la experiencia humana tanto menor será nuestra necesidad de religión?  

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About Marcos G. Breuer

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