La eutanasia en menores (primera parte)

¿Debería permitirse la práctica de la eutanasia en los menores (por supuesto, estoy hablando de menores gravemente enfermos, con dolores insoportables y sin perspectiva de curación)?

Para responder a esta pregunta, hay que hacer antes un par de aclaraciones.

La primera aclaración salta a la vista: ¿qué vamos a entender por menores?

En nuestros países se establece una fecha relativamente arbitraria para fijar el fin de la minoría de edad y el comienzo de la mayoría de edad: los 18 años. Pero ¿por qué no antes?

Toda determinación de una edad límite es arbitraria. De todos modos, en sociedades complejas como las nuestras no podemos atender a cada caso particular, de manera que no nos queda otra alternativa más que fijar una edad más o menos arbitraria, aclarando que eventualmente podrá cambiarse si se hallan razones para eso.

Por ejemplo, en muchos países se ha bajado la edad para conducir un auto o para votar de los 18 a los 16. Por lo tanto, algo similar podría pasar con la legislación eutanásica, esto es, que se baje la edad que, por lo general, se establece a los 18 (o sea, de 18 años en adelante, mientras la persona no pierda su capacidad jurídica debido a trastornos mentales de cualquier tipo).

Reformulemos, entonces, la cuestión inicial: ¿por qué no permitir la práctica de la eutanasia en los adolescentes, esto es, en los menores maduros, en todas aquellas personas comprendidas entre los 12 y los 18 años, siempre que muestren signos de madurez?

La respuesta, para mí, es que sí, que debemos permitirles el acceso a la eutanasia o al suicidio asistido a todas las personas mayores de 12 años, mientras den signos claros de madurez. Al fin y al cabo, les permitimos a los adolescentes que tomen decisiones muy importantes respecto al destino de sus vidas, como por ejemplo determinar la carrera a seguir, elegir amigos y pareja, tomar decisiones sobre su cuerpo, etc.

Atención, no estoy diciendo que haya que bajar el comienzo de la mayoría de edad a los 12 años. Soy plenamente consciente de que un adolescente está en un proceso de crecimiento y formación, tanto físico y emocional como mental, y eso hace que debamos darles un estatus particular, el de menores maduros o el de menores con limitadas capacidades de decisión. Por eso me parece bien que se prohíba la venta de alcohol, tabaco y estupefacientes a los adolescentes, que se limite el acceso a ciertas películas con escenas de violencia gratuita o de sexo explícito, etc.

De todos modos, así como les restringimos ciertas libertades a los menores maduros, les ampliamos ciertos derechos nada banales, como decía más arriba, por ejemplo, el de la elección de la carrera. No es que seamos incoherentes como sociedad al permitirles unas cosas y prohibirles otras a los adolescentes. Es la fase de formación y transición misma en que se hallan la que nos impide optar por un extremo jurídico o por el otro, esto es, permitirles todo lo que le permitimos normalmente a un adulto o prohibirles casi todas las libertades de elección, como si fuesen niños pequeños. No nos queda otra que movernos en esta incómoda zona gris.

En conclusión, digo sí a la eutanasia voluntaria en los menores maduros, mientras estos den justamente signos claros de madurez. Un adolescente tiene que disponer del derecho a decidir qué hacer con su vida en caso de encontrarse gravemente enfermo, con sufrimientos insoportables y sin perspectiva de sanación: elegir si quiere o no iniciar un nuevo tratamiento (fútil); elegir si interrumpir o no el tratamiento ya en curso y, finalmente, elegir si solicitar o no ayuda para ponerle de una buena vez fin a su condición.

En la próxima entrada voy a abordar la cuestión más espinosa aún de la eutanasia en niños pequeños y en edad escolar.

Acerca de Marcos G. Breuer

I'm a philosopher based in Athens, Greece.
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